Discursos dados por Sai Baba
{SB 06} (28 de 45 discursos 1966)
12. 18/04/66 Una mitad igual, no una mejor mitad
( Impreso en castellano en Mensajes de Sathya Sai, Tomo 05 cap. 37 ) Una mitad igual, no una mejor mitad 18 de Abril de 1966 Anantapur, Escuela de Adiestramiento Básico para Señoritas Shivaratri Una escuela es, sin duda, un lugar sagrado, donde se lleva a cabo una tarea sagrada, como es el formar y moldear el destino de muchas generaciones del país. Los niños aprenden aquí las destrezas y las aptitudes especiales que pueden llevar a cada uno de ellos a la meta de la felicidad, y a las familias y sociedades a las cuales pertenecen hacia la paz y la prosperidad. Aquí se les corrige y adiestra; se les enseña la grandiosa cultura que los antiguos visionarios y sabios descubrieron y dejaron establecida. Es, por lo tanto, un campo de actividad y por eso me alegro de haber venido y conocer a estas niñas. Me alegra que sus padres, especialmente sus madres, hayan sido también invitados y estén presentes, pues ellos deben conocer la escuela a la que sus hijos asisten y a los maes tros que los preparan para que puedan contribuir con su gratitud con aquellos que comparten su responsabilidad. Más que todo, el carácter de los niños es lo que debe hacerse fuerte y puro. Denles toda la confianza y valor que necesitan para llegar a ser niños buenos, honestos y seguros de sí mismos. No es suficiente si aprenden algo con lo cual pueden ganarse la vida; más importante que el nivel de vida es el modo de vida. Los niños deben también sentir reverencia por su religión, su cultura, sus logros educativos y su país; deben aprender bien su lengua ma terna, para que puedan apreciar las grandes obras poéticas y épi cas escritas por los visionarios de su tierra. Esto les dará una guía valiosa en los tempestuosos días que tienen por delante. Deben también desarrollar una profunda reverencia por su madre patria, pues la India es la más antigua así como la más sabia maestra de la humanidad y cada niño que nace aquí tiene una gran respon sabilidad de conocer, respetar y practicar esa enseñanza, que es tan universal y significativa. El corazón humano, cuando joven, es muy blando; responde al dolor y a la aflicción de sus semejantes. El ejemplo de los mayores, las lecciones que reciben de sus padres, las compañías que fre cuentan y el adiestramiento que reciben en la escuela y la sociedad son los que endurecen estos corazones y los vuelven como pie dras. Mantengan esos corazones blandos; aprendan a compartir con otros su dolor y su alegría; no sientan celos cuando otros son más felices o ganan premios o créditos en los exámenes. Emulen su tesón, oren por una mayor porción de inteligencia o una memoria más aguda, pero no den lugar en sus corazones a la envidia y a la maldad. La envidia es un veneno mortal; contamina el carácter, arruma la salud y los priva de paz. No se dejen afectar por ella y podrán dominar a los dioses de la creación, la protección y la des trucción. Al igual que una plaga que destruye los cultivos, la envidia entra solapadamente y se expande con rapidez. Aun en cosas pequeñas, deben ser vigilantes para asegurarse de que no caigan presa de la envidia. Los padres, por su parte, no deben señalar los defectos ajenos delante de los niños o mostrar su odio o envidia de otros delante de estas tiernas mentes. La diosa dora da en Sri Sailam es llamada Bhramaramba, la abeja que siempre revolotea a los pies de Shiva, atraída por la fragancia de su gloria, pues a él se le llama Mallika-Arjuna, o Jazmín Blanco. Los corazones de los niños son puros, son fácil y naturalmente atraídos a los pies del Señor, pues no tienen malos impulsos que les impidan inhalar la fragancia de la gloria divina. La felicidad que irradian los rostros de estas niñas es prueba de su sencillez y dulzura. Los padres de estas niñas deben ser felicitados, pues se han dado cuenta del valor de la educación escolar para sus hijas y las han puesto aquí, a pesar de varias dificultades económicas, sociales, etc. Sé cuántos de ellos se están privando de hacer una comida completa cada día para que sus hijos puedan obtener el beneficio de la educación. Los niños deben ser agradecidos con ellos por todo esto y por el amor que les tienen. Oran cada día por su salud; por que no les suceda ningún daño; por que obtengan un buen nombre en la escuela. Todo esto lo sé, pues es a mí a quien rezan. Deben aprender a comportarse de tal manera que ellos a su vez sean felices. Hasta que se casen, están bajo su cuidado y después de ello, deben llevar honor y buen nombre a la familia del esposo. Ése es el dhamia (deber) de ustedes y sólo cuando lo cumplen son bendecidas por Dios. Sus padres les han dado este cuerpo y han alimentado la inteligencia y el amor que están incorporados en él, de modo que merecen su gratitud. Si no honran a sus padres que son los creadores en forma humana, ¿cómo pueden aprender a honrar al Creador en forma divina? Además, sus padres les revelan la gloría de Dios y los medios de adorarlo; son los primeros representan tes de la autoridad que ustedes encuentran, una autoridad modi ficada por el amor y el cuidado. Aprendan a inclinarse ante esa autoridad y entonces sabrán cómo rendirse ante el Señor. Hacia donde se doble la rama, a ese lado se inclina el árbol. La escuela no es para aprender a ganarse la vida y cómo disfrutar del ocio. Es para activar las cualidades divinas del discernimiento, el renunciamiento y la agudeza mental, para asegurar en el indi viduo las estabilizadoras virtudes de la paz, la verdad y la rectitud por medio del florecimiento del amor. La bandera que fue izada ahora es la Bandera de la Victoria, que indica el logro de la libertad de la India. Cuando la izamos en el patio de una escuela, debe señalar la victoria de la escue la en la formación de sus estudiantes en ciudadanos merecedores de la preciosa herencia de riqueza espiritual de la India. La raíz es la educación y el fruto debe ser la virtud. De otra forma, toda la escolaridad es una pérdida de tiempo y de dinero. Éste es un templo dedicado a Sarasvati, la diosa de la sabiduría, quien otor ga la suficiente sabiduría para captar la verdad y adquirir el conocimiento que disipa la ignorancia para siempre. Esto es lo que Shankaracharya suplicó de Annapurna, la diosa de Kashi; no la limosna de un puñado de arroz para aliviar el hambre física. Es la virtud lo que hizo inmortal a Draupadi. La India tuvo muchas grandes mujeres como ella, cuya virtud y sabiduría han sido exaltadas a través de los siglos. Sita, Savitri, Gargi, Anasuya, Damayanti, son mujeres instaladas en los corazones de millones de personas que las adoran y sacan inspiración de ellas para enfrentar las calamidades o las crisis. Estaban llenas de un puro amor por todos los que sufrían, estaban dispuestas a servir a los pobres y a los afligidos, eran tan firmes en su fe en Dios que soportaron la peor miseria con alegre rendición ante su voluntad. La fe puede darles a ustedes esa fuerza y esa paz. Deben amar y reverenciar a sus maestros. Ése es el primer paso en la disciplina que lleva a un carácter virtuoso. Ellos tienen el progreso de ustedes como meta de su trabajo, tienen mucha pacien cia para soportar sus errores; toman su mano en la de ellos y las llevan dulcemente al maravilloso mundo del conocimiento acerca del universo y su Creador. Si los descuidan, ¿cómo pueden ustedes asimilar las lecciones que ellos están deseosos de enseñarles? Sin sikshana (educación) no puede haber rakshana (seguridad). Si se educan, pueden estar a salvo de las tentaciones del mundo que las induce a hablar falsamente, a apropiarse de los bienes de los demás, a odiar, a pelear, a aprovecharse de la debilidad o ignoran cia del otro. De modo que deben obtener lo máximo de estas personas mayores a las que se ha confiado su educación. Están especialmente capacitadas para este fin y han sido seleccionadas por su eficien Si ustedes responden a sus esfuerzos, su entusiasmo permanecerá vivo. En tiempos antiguos, la voz del maestro era suprema. Ni siquiera los emperadores interferían con la libertad de los maestros para adiestrar y castigar a sus propios hijos. Le confiaban sus hijos al maestro y lo apoyaban en todos sus esfuerzos para instruirlos y mejorarlos. Ninguno se ponía del lado del hijo en contra del maestro. Pero ahora, los niños son los maestros; ellos son quienes dictan los términos; si obtienen malas notas, los padres declaran la guerra al desafortunado maestro y le impiden imponer el menor castigo al alumno. Es por esto que el nivel de la enseñanza y la educación ha caído tan bajo hoy en día. El ideal para las mujeres es el estado de sati, la fiel esposa, la amorosa madre. Ese dharma es muy laudable. El ideal indio del matrimonio es que la mitad derecha del cuerpo es el esposo y la mitad izquierda es la esposa; pati y sati son partes complementarias de la misma unidad. Cuando Shankaracharya retó al famoso erudito ritualista Mandanamisra a un duelo intelectual, el juez que iba a escuchar los argumentos y las réplicas y decidir quién había ganado era Udayabharati, la esposa del mismo Mandanamisra, uno de los contendientes. ¡Y los otros contendientes estuvieron de acuerdo! Imaginen la fe que ellos tenían, no sólo en su eminencia intelectual, sino además en su total imparcialidad e integridad. Y, ¿piensan ustedes que ella descuidó sus deberes domésticos durante las largas horas en que Shankaracharya y Mandanamisra se enfrascaban en su guerra intelectual? No; ella atendía sus deberes hogareños. Ésa es la verdadera señal de una ama de casa hindú. Ella era una eminente erudita; sin embargo, cocinaba para su esposo y los huéspedes y manejaba el hogar como una Grihalakshmi (diosa del hogar) ideal. Se dice que ella ponía una guirnalda de flores alrededor del cuello de los contendientes y atendía a su trabajo, lejos de ambos. Ella decía que podía descubrir muy fácilmente quién había ganado, pues la guirnalda del candidato vencido se marchitaría mientras que la de la persona que había ganado permanecería siempre fragante y fresca. Cuando por fin su esposo perdió el encuentro, de acuerdo con su propio juicio, ella se adelantó y reclamó su derecho a continuar el duelo en su calidad de mitad igual. «No puedes reclamar los laure les de la victoria hasta que también me venzas a mí, pues yo soy la mitad de mi esposo, y aún no he sido derrotada.» ¡Qué gran inspiración debe ser esta Bharati para todas ustedes! Nuestros Puranas, Shastras, Upanishads y Vedas, así como las vidas de los grandes santos y visionarios de este país, contienen cientos de incidentes semejantes que sirven de faros para alumbrar su camino. Aprendan y benefíciense de ellos. Anantapur, Escuela de Adiestramiento Básico para Señoritas, 18-IV-66 |