Discursos dados por Sai Baba
{SB 06} (28 de 45 discursos 1966)
09. 17/03/66 Hagan de la mente un espejo
( Impreso en castellano en Mensajes de Sathya Sai, Tomo 05 cap. 34 ) Hagan de la mente un espejo 17 de Marzo de 1966 Estadio Vallabhai Patel, Bombay La India es el encantador país donde la naturaleza entrega belleza al ojo y melodía al oído y una refrescante fragancia y frescura. Es el campo para el ejercicio del discernimiento y del desapego. La India tiene una rica herencia de filosofía y espiritualidad práctica, una galaxia de eminentes santos y visionarios inmortalizados por poetas de gran renombre. Pero el idioma del pasado, el tesoro de esta vasta y valiosa experiencia, es ahora conocido sólo por unos pocos y aun ellos están desapareciendo rápidamente debido al abandono y la falta de estímulos. El sánscrito, que una vez fue el idioma que unía a hombres y mujeres sabios de todos los rincones de la India, desde las ermitas de los Himalayas hasta los ascetas adornados de conchas del Cabo Comorín, ahora ha ganado la mala fama de “lengua muerta”, y lo están condenando al olvido los ingratos hijos de la madre patria. Esta madre dio a luz a Vamadev, quien había comprendido que él no era otro sino Brahman, aún en el vientre materno; a Prahlada, que de niño ya recitaba el sagrado nombre de Dios y que se deleitaba, aun en medio de insoportable tortura, en la recitación del sagrado mantra “Om Namo Narayana”; a Sukhadev, el sin par anacoreta, desapegado del mundo de los sentidos desde la niñez; a Shankaracharya, el supremo asceta e intérprete de los Vedas y Upanishads y los otros dos textos básicos del Sanathana Dharma, el Gita y los Brahma Sutras, el maestro que revitalizó la devoción y cantó alabanzas a Dios en cada gran templo hindú; el príncipe Bharata, que jugó de niño con un retozón cachorro de león; a Arjuna, el más grande de los arqueros, que podía disparar flechas con ambas manos, el disciplinado discípulo del Señor que obtuvo de Él la sublime enseñanza del Bhagavad Gita; a Shivaji, el devoto sirviente de Samarta Ramadas, que construyó un imperio en el cual reinaba el Sanathana Dharma; a Sibi y Karana, extraordinarios ejemplos de renunciación; a Sita, Savitri, Draupadi, Sabari, Mira, Andal y muchas otras mujeres que proclamaron la suprema significación del dharma para purificar y liberar la mente, que felices entraron en las rugientes llamas antes que sufrir la ignominia de la deslealtad a los ideales de ese dharma; a la emperatriz Chandramati y a Damayanti, que aceptaba cada desastre como un ejemplo más del amoroso interés que tenía el Señor por su caminar hacia Sus pies. El hombre no es sólo una criatura con manos, pies, ojos, oídos, cabeza y tronco; es mucho más que la suma de todos estos órga nos y partes, que no son sino la burda imagen que salió del molde. Luego debe ser lijada, raspada, pulida, mejorada, suavizada, ablandada, por medio del intelecto y los impulsos más elevados y las intenciones e ideales puros. Entonces el hombre se vuelve el candidato ideal para la divinidad que es su verdadero destino. Si el hombre decide dedicar sus pensamientos, palabras y acciones al Señor, sus impulsos se volverán puros y sus intencio nes se elevarán al más alto nivel. Por eso es esencial la fe en la Inteligencia Suprema Única que concibió, conserva y consume este universo. El paso siguiente es estar convencido de la propia impotencia y aflicción ante el propio dolor. Entonces, la entrega a esa Inteligencia se logra fácilmente. Sugriva buscó la gracia del Señor que había venido en la forma de Rama, pero estaba afligido por una duda con respecto a Su valor y Su integridad; sin embargo, el Señor tenía tanto amor por él que se sometió a todas las pruebas que él quiso, como deshacerse con sus pies del pesado cadáver de un ogro, disparar una flecha por entre siete árboles de sal, etc. Por el contrario, Vibhishana vio que Rama era el Señor en forma humana y corrió derecho a él para protegerse y se rindió incondicionalmente a sus pies. Así, fue aceptado sin demora por el Señor, aun cuando los que lo rodeaban expresaron sus aprensiones. Por lo tanto, cultiven la fe y la entrega; entonces la gracia fluirá a través de ustedes en cada acto que hagan, pues ya no serán sus actos, sino los de Él y ya no tendrán que preocuparse por las consecuencias de los mismos. Todos los pensamientos, palabras y acciones de ahora en adelante serán puros, saturados de amor y conducentes a la paz. Limpien sus corazones para que el Señor pueda reflejarse en ellos con todo su esplendor, en todas sus miríadas de formas. Una vez un famoso pintor se acercó a Krishna y desplegó ante él todas sus obras maestras y todos sus títulos, medallas y trofeos. Ofreció pintar el retrato de Krishna, oferta que fue aceptada con gusto. Le pidió a Krishna que se quedara quieto para poder pintar su retrato. Delineó el boceto y le dijo que tendría terminada la pintura en una semana. Krishna conocía el ego de este pintor. Una semana después, éste llevó el retrato terminado cubierto con una tela blanca. Cuando, en presencia de Krishna, el pintor des cubrió la pintura, él mismo fue el más asombrado ante la falta de parecido entre el retrato y la persona original. El pintor estaba completamente sorprendido y pidió una semana más para ter minar el trabajo; y lo intentó muchas veces más, pero en cada una el resultado era igualmente desalentador. Totalmente frustrado y deprimido, sólo deseó abandonar la ciudad e irse lejos. Cuando partía, se encontró con el sabio Narada, quien le dijo que era algo necio querer pintar el retrato del Señor, pues el Señor no tiene una forma específica y fija y puede cambiar de rostro a cada segun do. Y le aconsejó lo siguiente: «Si deseas pintar un retrato de él, te diré un método que te permitirá hacerlo». Y le susurró algo al oído. Siguiendo el consejo que le había dado el sabio, el pintor volvió junto a Krishna llevando algo con la forma y dimensiones de un cuadro cubierto con una tela blanca, y le dijo que esta vez podía cambiar su faz como quisiera, pero el retrato sería exactamente igual a él. Cuando el pintor retiró la tela, Krishna vio solamente un espejo que le mostraba una réplica fiel de su cara. Y el pintor le dijo: «¡Señor!, tú tienes miles de formas; en este retrato se pue den dibujar claramente en un instante!». Hagan que su corazón sea limpio y claro, llénenlo con amor y devoción; el rostro del Se ñor se reflejará en él como en un cristalino espejo. Los deseos que se quedan adheridos a la mente son las man chas que empañan la conciencia interna del hombre. Controlen los sentidos, no cedan a sus insistentes demandas de satisfacción. Cuando un cadáver es puesto en una pira y ésta es encendida, tanto el cuerpo como la pira quedan reducidos a cenizas. Igualmente, cuando los sentidos son anulados, la mente también desaparece. Cuando ella desaparece, el engaño muere y se logra la liberación. La fe en Dios es el mejor refuerzo para la victoria espiritual. Cuando se deleitan en la contemplación del esplendor del Señor, nada material puede atraerlos; todo lo demás parecerá inferior; sólo podrán disfrutar de la compañía de los santos y de los humildes. Este estado de Maharashtra ha sido durante años el hogar de santos que han cantado la gracia del Señor, al que habían realizado en el altar de sus corazones. La corriente de devoción que ellos produjeron con sus cantos ha fertilizado millones de sedientos corazones en este estado y en otras regiones. Por su repetición del Nombre, sus austeridades y sus prácticas de yoga, han permitido a muchos aspirantes acercarse al Señor más rápi da y más íntimamente; tan estrechamente que ninguna decepción puede sacudir su fe. Kabir, Ramadas, Tukaram y muchos otros son los que han construido para la humanidad el amplio camino de la devoción. Si se trata de reclamar excelencia espiritual, Maharashtra puede hacerlo con co Estadio Vallabhai Patel, Bombay, 17-III-66 |