Discursos dados por Sai Baba
{SB 13} (39 discursos 1975 a 1977)
09. 04/04/75 Himachal
( Impreso en castellano en Mensajes de Sathya Sai, Tomo 09 cap. 42 )
Himachal
4 de Abril de 1975
Silma
¡GENTE DE HIMACHAL Pradesh!: Como declaran los Puranas, el Señor Shiva reside en los Himalayas. El sentido interno de esta declaración es que el Señor Shiva vive en aquellos corazones que sean puros, blancos y frescos como la nieve (hima) y también estables, firmes e inconmovibles (achal) como estas montañas. Por lo tanto, el paisaje que los rodea les enseña una lección cada vez que lo miran. Los está exhortando a ser puros, inmaculados, confortantes con los afligidos e inconmovibles con la buena o la mala suerte. Deben de haberse ganado el nacer en esta región como resultado de los méritos acumulados en vidas pasadas.
El hombre debe tomar conciencia de su genuina naturaleza y estabilizarse en ella, pues de lo contrario perdería el derecho a seguirse llamando así. Cuando el fuego no arda ni el agua fluya, ¿podrán seguir llamándose por esos nombres? El ser genuino consiste en serle fiel a nuestra más íntima esencia.
El hombre tiene a la verdad como su naturaleza. Esto es, pueden confiar en que su conducta será siempre correcta, en que hablará sólo lo que sienta que sea sincero, en que actuará de manera consecuente con sus palabras, en que su pensamiento, palabra y acción serán armónicas y concordantes. En cualquier caso que esté ausente esta concordancia, la persona no será un hombre más que en su apariencia exterior. Será peor que una bestia, porque las bestias están libres de las cargas del pensamiento y el lenguaje.
Todas las cosas en la creación están sujetas a la ley del cambio, incluso el hombre. Mas el hombre debería hacer uso de esta ley para progresar y no para retroceder. El dharma (rectitud) es la norma a la que se deberá adherir para poder ir de lo bueno a lo mejor y de lo mejor a lo óptimo. El dharma es aquello que «se lleva puesto»: el hombre deberá usar el vestido del dharma para poder estar a salvo de los helados vientos del ego. El hombre ha sido dotado de budhi o inteligencia para que a cada paso pueda decidir qué es benéfico y qué es perjudicial. Al atravesar regiones llenas de odio, Gandhi rezaba: «¡Oh Señor, dale una buena inteligencia a cada uno!» La inteligencia ha de mantenerse aguda, clara y recta.
Hay cuatro direcciones hacia las cuales la inteligencia guía al hombre: 1) swarta sukha budhi. Ésta indica una naturaleza absolutamente egoísta, según la cual el individuo no se preocupa ni siquiera de su mujer o hijos y está ansioso por satisfacer primero y ante todo sus propios deseos; 2) luego tenemos swarta pararta sukha budhi. Esta tiene alguna consideración por la felicidad de otros. Los pájaros alimentan a sus crías y enfrentan grandes dificultades para criarlos; 3) la siguiente variedad es el parartabudhi. Quienes la poseen, buscan para los demás tanta felicidad como la que buscan para ellos mismos. Están preparados para sufrir lo necesario para asegurarles a otros lo que sienten que les puede dar felicidad; 4) la siguiente es la inteligencia adhyátmica, la cual conduce al hombre por la senda de la renunciación y el servicio, porque sólo éstos llevan hacia el progreso espiritual.
La India fue por muchos siglos el guía y el gurú de la humanidad, porque su gente cultivaba este tipo de inteligencia. Hoy en día, ella le ha cedido el lugar a la falsedad, la hipocresía, la injusticia y la codicia. La inteligencia adhyátmica reconoce la unidad de la creación y, de este modo, lo que otros sienten también es sentido por el individuo que la posee, en el mismo grado. Esta gran multitud le parecerá al individuo dotado de esta inteligencia, como una guirnalda de flores multicolores unidas por un solo hilo: Dios. Desarrollen esta visión, vean al Uno detrás de los muchos, vean e1 hilo que pasa por cada flor: el Brahmasutra.
Cuando se ganan el amor de Dios, Su compasión fluirá hacia ustedes. El amor da y perdona, el ego recibe y olvida. Cuando un hijo llega a robar dinero de su propia casa, no lo entregan a la policía; pero cuando alguno de los sirvientes lo hace, no tienen esta consideración, porque no sienten amor por el sirviente.
Vivan sin odiar a otros, sin condenar a otros o buscar faltas en ellos. Vyasa, quien escribió los dieciocho voluminosos Puranas, los resumió en un solo par de versos: «Hacer el bien a otros es el único acto meritorio; hacer el mal es el pecado más infame». Cuando sientan que no pueden hacer el bien, por lo menos desistan de hacer el mal. ¡Eso ya es un servicio meritorio! No traten de descubrir diferencias; descubran la unidad. Pueden diferir los credos, las castas, los países de origen, pero la sed interior es la misma para todos los hombres. Entiendan que el propósito de la vida es conocer a la encarnación del amor, Dios, a través del amor y demostrar, a través del propio amor, que lo han conocido. Los miembros del cuerpo deben funcionar concertadamente para el propósito común de sostener al cuerpo y de mantenerlo apto para su misión primordial. Si un miembro peleara con otro o se rehusara a cooperar o a ayudar, todo el cuerpo sufriría, incluso el miembro indócil. Cuando descubren espinas en el camino, los pies las evitan; los ojos vieron y de inmediato, vibraciones de simpatía alertaron a los pies. El amor y la cooperación entre los ojos y los pies provinieron del Alma interna y del amor que es su naturaleza misma. Del mismo modo en que el cuerpo de ustedes es mantenido a salvo y seguro gracias al amor, ojalá que también el país se mantenga a salvo y seguro, porque tiene una gran misión que cumplir como guía y gurú de la humanidad.
Silma
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