Discursos dados por Sai Baba – 08. 01/05/87 El espíritu de armonía y de serenidad

Discursos dados por Sai Baba

{SB 20} (31 discursos 1987)

08. 01/05/87 El espíritu de armonía y de serenidad

( Impreso en castellano en Mensajes de Sathya Sai, Tomo 20 cap. 8 )

El espíritu de armonía y de serenidad

1 de Mayo de 1987

(samanvaya y samarasa) La mente del hombre, al igual que la luna creciente que va llegando a su plenitud y brilla en el cielo, tiene la capacidad de crecer y expandirse hasta ser una con lo Divino. Hoy esto no sucede porque las mentes de los hombres están llenas de ideas estrechas y de mezquinas diferencias que limitan su comprensión y sus aspiraciones.

Los hombres son inherentemente generosos y no deberían dar lugar al sentido de “lo mío” y “lo tuyo”. Cada uno debería cultivar amor puro y desinteresado, y ser amplio de corazón. No se debe pemitir que algún intruso se atrinchere en la mente y la controle. Es como dejar que una banda de ladrones entre a la casa y se adueñe de ella. La mente debe ser el amo de los sentidos, no su esclavo. Si el hombre permite que lo dominen los sentidos, se vuelve el sirviente de la mente y no su amo. Los seis enemigos del hombre son: la lujuria, la ira, el orgullo, la envidia, el engaño y la codicia. Hay que mantenerlos a raya; no hay que permitir que dominen la mente.

Mediten en la esencia divina de todo El hombre está sometido a tres clases de ataduras en la vida:

las ataduras derivadas del pasado, las que surgen en el presente y aquellas creadas para el futuro. Una historia ilustra la primera clase de ataduras. Había una vez un hombre que tenía en la casa una vaca a fin de obtener ingresos para mantener a su familia. Con el paso del tiempo, todos sus parientes se murieron y también, la vaca.

Él comenzó a pensar para qué se había esforzado todos esos años y fue a ver a un gurú para buscar consejo sobre sus preocupaciones.

El gurú le preguntó si había hecho alguna práctica espiritual en su vida. El hombre le contestó que no y que, siempre que se sentaba a meditar, la imagen de la vaca sobre la cual había derramado tanto afecto aparecía delante de él. El gurú le dijo que eso se debía a su intenso apego a la vaca y le aconsejó que considerara la vaca una manifestación de lo Divino y una expresión del Ser-Conciencia-Bienaventuranza (Sat-Chit-Ananda), la naturaleza trina de lo Divino. Le dijo al hombre que las tres cualidades fundamentales:

existencia, expresión y utilidad (asti, bhati, priyam) son cualidades para todas las cosas, mientras que los nombres y las formas son variados.

Si se logra quitar los nombres y las formas, es posible percibir la naturaleza divina de todo. “Medita en la esencia divina de todo”, le aconsejó el gurú. Siguiendo su consejo, el hombre meditó sobre Sat-Chit-Ananda y, a su debido tiempo, se fundió en lo Divino. De nada sirve cavilar sobre el pasado y regocijarse o lamentarse sobre lo que está muerto y pasado. Es inútil pensar en los éxitos o los fracasos, los placeres o dolores pasados. El pasado no debe volverse una carga para el presente.

En cuanto al presente, hay que actuar según el principio de que uno debe portarse con los demás como uno quisiera que ellos se porten con uno. Si uno desea que los otros lo respeten o lo honren, debe actuar de la misma forma con los demás. No pueden esperar cortesía o respeto de otros si no les muestran cortesía o respeto a ellos. En la vida el tránsito no puede ir en un único sentido.

El egoísmo crea ataduras La persona con un punto de vista estrecho, centrada en sí misma, está predispuesta a expresar dudas acerca de los poderes de lo Divino. Se pregunta cómo es que Shiva, cubierto de cenizas y viviendo en cementerios, puede ir al rescate de los necesitados y duda de que Vishnu, reclinado sobre el lecho de serpientes en el océano y alejado del mundo, pueda en manera alguna proteger a la humanidad. Hoy esos conceptos tan distorsionados hacen que el hombre se desvíe. Para corregir estas inclinaciones, deben escuchar las sentencias sagradas, cavilar sobre ellas y llevar una vida recta y santa. Preocuparse sólo por la propia felicidad o comodidad y ser indiferente a la felicidad y necesidades de otros es una forma de egoísmo que crea ataduras.

Las ataduras para el futuro son creadas por nuestras acciones en el presente. Si tienen malos pensamientos y cometen acciones equivocadas, estas traerán consecuencias negativas en el futuro.

La paz mental se pierde, y uno queda atrapado en una perpetua preocupación. La forma de salir de este círculo vicioso es dirigir la mente hacia Dios y abstenerse de causar daño a los demás. Contemplar a Dios y llevar una vida santa conferirán paz y bienaventuranza más allá de toda medida.

Las cualidades que deben cultivarse como una dieta Cuando una persona está enferma, el médico prescribe no solo medicamentos contra la enfermedad, sino también una dieta que debe seguirse estrictamente. De la misma forma, para las enfermedades que surgen de los apegos mundanos, además de las medicinas prescriptas – como los caminos de la acción (karma), de la sabiduría metafísica (jñana), de la devoción (bhakti) y de la comunión interna (yoga)–, deben cultivarse cualidades tales como la paciencia, la calma, la fortaleza, el amor y la compasión como si fuera una dieta. Sin estas cualidades, la sola práctica espiritual no será de mucha utilidad. Cuando se combinan las dos cosas, como los extremos positivo y negativo de una batería eléctrica, la enfermedad se cura.

El que está ocupado en la batalla de la vida necesita la armadura de la espiritualidad. Con ella, puede hacer frente a cualquier situación en cualquier lugar. Si, en vez de llevar esta armadura espiritual, las personas están envueltas en la ignorancia, serán perseguidas por el temor y la ansiedad. Mientras el arroz esté cubierto de la cáscara, no se puede consumir. De la misma forma, el hombre no puede experimentar la bienaventuranza si no se libra de la capa de ignorancia. Debe aceptar lo que le suceda como algo bueno para él y desarrollar la cualidad de la paciencia. Por medio de la paciencia y de los esfuerzos espirituales (sadhana), gradualmente se irán rompiendo las cadenas que surgieron por acciones pasadas.

La tendencia a cavilar sobre los caminos de lo Divino se irá desvaneciendo poco a poco. Se empezarán a apreciar las lecciones que se pueden aprender de cada experiencia cotidiana. Por ejemplo, cuando un mendigo toca a la puerta y dice: “Por favor, dame comida”, no deben despacharlo como a un simple pordiosero, deben considerarlo un mensajero de Dios. Si está mendigando comida, indirectamente está transmitiendo un mensaje: “Yo pido alimento hoy porque en mi nacimiento anterior no ofrecí alimento a aquellos que lo mendigaron. Por favor, no dejes que, al rechazarme sin darme comida, tengas un destino similar en tu próxima vida”. Deben ayudar a los demás en la medida de sus posibilidades.

La armonía y la tolerancia son esenciales para la vida Hoy en día, este espíritu de magnanimidad está ausente. No se dan cuenta de que, sin amplitud de corazón y generosidad de espíritu, toda la erudición y todos los esfuerzos espirituales no sirven de nada. Es por esto que los Upanishads declaran: “La inmortalidad puede ser alcanzada solo por medio de la renuncia y del sacrificio, y no por la riqueza, la progenie o los ritos religiosos”. La mera adquisición de conocimiento libresco no llevará a la autorrealización.

Junto con los estudios, se deben practicar la tolerancia, la ecuanimidad y la serenidad. Estas cualidades no pueden obtenerse de libros o de maestros. Solo se consiguen gracias a la indagación y el discernimiento continuos. Lo deseable es que esta búsqueda forme parte de un esfuerzo colectivo en vez de ser una indagación puramente individual. El individuo no constituye una comunidad.

Si sus aspiraciones se concentran en él mismo, no hará ningún bien a la sociedad. Por ese motivo, deben desarrollar aquellas cualidades sagradas que promoverán el bienestar de la sociedad.

El espíritu de armonía (samanvaya) y la serenidad o la tolerancia para c
on todos los puntos de vista (samarasa) son esenciales para lograr cualquier cosa buena en la vida.

Mientras que el cuerpo físico del hombre está compuesto de cinco elementos básicos (tierra, agua, fuego, aire y espacio), su cuerpo sutil tiene cinco envolturas (pancha koshas), una dentro de la otra. La primera de ellas es la envoltura del alimento o material (annamaya kosha). Dentro de esta, se encuentra la envoltura vital o del aliento (pranamaya kosha). Adentro está la envoltura mental (manomaya kosha). Y dentro de esta, la envoltura de la sabiduría superior (vijñana o prajñanamaya kosha). La última es la envoltura de la bienaventuranza (anandamaya kosha). Empezando con el alimento, el hombre debe llegar a su destino de bienaventuranza.

El viaje espiritual es del “yo” al “nosotros”. Allí está el cumplimiento, la realización del Uno en los muchos.

Madhava, Dios, está más allá de la Maya Es preciso tener la visión interna del Espíritu para ver a Dios. El ojo físico puede ver sólo el mundo físico. Por medio de un proceso de indagación, deben descubrir la omnipresencia del Creador que está presente en el cosmos y lo sostiene. Envuelto en su propio ego, el hombre persigue las ilusiones de la riqueza, el poder, la posición y la fuerza. Todo esto es transitorio. El hombre debe superar las ocho categorías de orgullo: el orgullo por la proeza física, por las riquezas materiales, por la erudición, por la belleza, por el poder, etcétera. Se necesita la gracia de Dios para dominar estos rasgos malignos, porque tienen un poder tremendo sobre el hombre.

Si desean dominar a un enemigo poderoso, deben buscar la ayuda de alguien más poderoso que su enemigo. Sugriva tuvo que buscar la amistad de Rama para dominar a Vali después de convencerse de los poderes superiores de Rama. De la misma forma, para dominar el poder de la maya (la ilusión que sujeta al hombre a lo físico y lo sensual), el hombre debe buscar la gracia de lo Divino.

Solo lo Divino es más poderoso que la Maya. Al rendirse a lo Divino y desarrollar un corazón lleno de devoción y amor, el hombre puede afrontar todos los retos de la vida.

Discurso pronunciado en Trayee Brindavan, el 1º. de mayo de 1987.

Deben tener conciencia, por medio de una constante contemplación, de que el mundo es el cuerpo de Dios.

Y de que ustedes son la célula de ese cuerpo. La prosperidad del mundo es su prosperidad; siéntanlo así, actúen con ese espíritu; piensen en esos términos. Esa es la verdadera espiritualidad. El aspirante espiritual no se puede separar del mundo y escapar a la soledad, pues el mundo lo seguirá hasta la cueva más profunda o la selva más oscura. El aspirante puede pretender progresar sólo cuando ha cultivado en sí mismo la fe en la Unicidad de la Humanidad.

–Baba