Discursos dados por Sai Baba
04. 19/02/70 El aliento mismo
04. 19/02/70 El aliento mismo
( Impreso en castellano en Mensajes de Sathya Sai, Tomo 07 cap. 40 ) El aliento mismo 19 de Febrero de 1970 Prashanti Nilayam LOS NUEVE PASOS EN la peregrinación del hombre hacia Dios por el camino de la dedicación y la entrega son: 1) desarrollar el deseo de escuchar la gloria y grandeza de la obra de Dios y de las varias inspiradoras manifestaciones de la Divinidad. Éste es el punto de partida. Al escuchar acerca del Señor una y otra vez, podemos transformarnos en divinidad. 2) Cantar uno mismo acerca de Dios, en alabanza a su magnificencia y múltiples hazañas. 3) Establecer a Dios en la mente, deleitándose en la contemplación de su belleza, majestad y compasión. 4) Iniciar la adoración del Señor, concentrándose en honrar los pies o las huellas de los pies. 5) Esto se desarrolla en una total propiciación del Señor y una sistemática adoración ritual, en la cual el aspirante obtiene satisfacción e inspiración internas. 6) El aspirante comienza a ver en todos los seres y todos los objetos, a dondequiera que mire, la forma de Dios que él gusta de adorar, y así desarrolla una actitud de reverencia hacia la naturaleza y hacia toda forma de vida. 7) Establecido en este estado mental, el aspirante se vuelve el dedicado sirviente de todos, sin sentido de superioridad o inferioridad. Éste es un paso vital, que presagia gran éxito espiritual. 8) Esto lleva al buscador tan cerca del Señor que él se siente como el confidente, el camarada, el compañero y amigo, el participante del poder y de la compasión de Dios, de los triunfos y logros de Dios, de hecho, su amigo, como Arjuna lo fue. 9) Como se puede inferir, éste es el preludio al paso final de la entrega total, Atmanivedanam, entrega plena a la voluntad del Señor que el buscador conoce a través de su propia intuición purificada. Notarán que el séptimo paso es la etapa del servicio. Ésa es la etapa que cada persona que se llame trabajador social o voluntario debe alcanzar. Es más fructífera que recitar el Nombre, pasar las cuentas del rosario o pasar horas en meditación, aunque nuestro servicio será más rico y satisfactorio si es hecho con base en la disciplina espiritual. Deben ver a todos como miembros de su propio cuerpo, y lo mismo que tratan de curar cualquier golpe o herida en algún miembro lo más pronto y eficientemente posible, deben curar las aflicciones y dolores de otros lo mejor que puedan y hasta donde se lo permitan sus medios. Ahora el Señor es adorado ofreciéndole todas las cosas que anhelan, tratándolo con todos los honores que quieren les sean hechos a ustedes mismos. La estatua es bañada y lavada, adornada con joyas, alimentada y abanicada, rodeada de fragancia, etcétera, puesto que éstas son las cosas que ustedes desean. Pero el Señor se complace sólo cuando hacen cosas que el Señor desea. ¿Cómo, de otra manera, podrían ganarse su gracia? ¿Cómo si no cuidando y alimentando, ayudando y salvando a sus hijos? ¿De qué otra forma que ayudándolos a conocerlo como su señor y guardián y cultivando la fe en él, por medio de su sincero y recto vivir? Uno de los primeros principios del recto vivir es: practiquen el silencio, ya que la voz de Dios puede oírse en la región de su corazón sólo cuando la lengua está tranquila y la tempestad aquietada y las olas calmadas. Entonces los otros no estarán tentados a gritarles cuando ustedes les hablen en susurros. Pongan ustedes mismos el volumen; lo más bajo posible, sólo la intensidad necesaria para alcanzar el círculo al cual se están dirigiendo. Conserven el sonido, ya que es el tesoro del elemento akasha, que es una emanación de Dios mismo. La razón puede prevalecer sólo cuando los argumentos son presentados sin altisonancias. El silencio es el lenguaje del buscador espiritual. El habla dulce es la expresión de un genuino amor. Detesten los gritos; teman los gritos. El engreimiento se proclama con trompetas, pero el amor canta canciones de cuna, suaviza, aplica bálsamo. Practiquen el vocabulario del amor; desaprendan el lenguaje del odio y el desprecio. La segunda señal es la limpieza; no sólo la limpieza externa, sino la más importante, la interna. No pueden estar frescos y sentirse bien llevando una camiseta lavada debajo de una camisa sucia; o una camiseta sucia debajo de una camisa limpia. Ambas deben estar limpias para dar el sentimiento de alegría. Así también, deben buscarse y obtenerse la limpieza externa e interna. En realidad, la limpieza externa no es sino el reflejo del logro interno. Hay un extraño brillo en la cara de una persona honesta. La limpieza interna tiene sus propios jabón y agua: el jabón de la fuerte fe y el agua de la constante práctica. El tercer signo es que el verdadero aspirante tendrá una actitud reverente por el deber que está cumpliendo. Llevará a cabo cada tarea que se le asigne como si fuera un acto de adoración mediante el cual el Señor será complacido y a través del cual podrá acercarse al pedestal de Dios. El deber es Dios; el trabajo es adoración. Éste es el lema. La adoración no es un uniforme que debe ponerse y quitarse a determinadas horas del día. Hagan de cada pensamiento una flor digna de que el Señor la tenga en sus dedos; hagan de cada acción una fruta, llena del dulce jugo del amor, apropiada para ser colocada en su mano; hagan que cada lágrima sea sagrada y pura para lavar sus pies de loto. El símbolo en la bandera de Prashanti Nilayam es un recordatorio de este ideal que ustedes deben poner en práctica. Es el símbolo de la victoria lograda por medio del continuo esfuerzo sobre los diabólicos enemigos de la lujuria y la codicia, la envidia y el odio, la maldad y el orgullo. Es el símbolo del silencioso estado de bienaventuranza ganado por medio del autocontrol y de la autorrealización. No juzguen a los demás para decidir si merecen su servicio. Averigüen sólo si están afligidos; éste es suficiente requisito. No examinen cómo se comportan con los demás; seguramente pueden ser transformados por el amor. El servicio es para ustedes sagrado como un voto, un sadhana, un camino espiritual. Es el alimento rnismo; puede terminar sólo cuando el aliento los abandone. Prashanti Nilayam 19 II 70 |