Discursos dados por Sai Baba
{SB 21} (34 discursos 1988)
03. 09/01/88 El destino divino del hombre
( Impreso en castellano en Mensajes de Sathya Sai, Tomo 21 cap. 3 )
El destino divino del hombre
9 de Enero de 1988
Dios es Uno sin segundo. “Ekoham bahusyam Prajayeyeti” (“Yo soy Uno. Que me vuelva muchos por el bien de la progenie”). Con este deseo, la Divinidad adoptó una asombrosa e innumerable variedad de formas en el universo y enseñó en el Gita los tres caminos del Karma, Jñana y Bhakti para permitir a la humanidad tomar conciencia de la magnificencia de Dios.
El hombre se ha dedicado a explorar de todas las formas posibles los infinitos y prodigiosos secretos de la Naturaleza en esta creación maravillosa. Sin embargo, debido a los caprichos de la mente, el intelecto y el ego, no ha logrado comprender la verdadera base eterna y espiritual que subyace tras todo lo que existe en el Universo y se ha perdido en la búsqueda de los fenómenos externos del mundo como si fueran la única realidad. En este proceso, no ha tomado conciencia de su verdadera naturaleza y ha corrompido por completo su mente. La verdad simple es que todo está saturado por el Uno, al que el hombre ha perdido de vista.
Krishna le recuerda al hombre su error Para recordarle al hombre este grave error, Sri Krishna declaró, en el capítulo 18 del Gita (verso 61): “Ishvarah-sarvabhutanam hriddeseh Arjuna tishtati” (“Oh, Arjuna, el Señor reside en el corazón de todos los seres”), y continuó en el sloka 62 instándolo así:
“Tameva saranam gachcha sarvabhavena Bharata” (“Refúgiate sólo en Él con todo tu corazón, oh, Bharata”). Esto significa que, si el Señor habita en el corazón de todos los seres, ¡también debe residir en el corazón de Arjuna! Por lo tanto, el precepto “Tameva saranam gachcha” significa: “Busca refugio en ti mismo”. A partir de esto ha de comprenderse que cualquier cosa que uno diga o haga, se la hace sólo a sí mismo y para sí mismo.
El Bhagavad Gita comienza con la referencia de Dhritarashtra a “Dharma kshetre Kurukshetre”: Dharmakshetra es el asiento del Atma. Kurukshetra es el cuerpo, que es el origen de toda acción.
La combinación de Atma y cuerpo —la relación Kshetra- Kshetrajña— es la que explica la difícil situación humana. Al olvidar al Atma y quedar envuelto en “Deha Dharma” (los reclamos del cuerpo), el hombre se expone a sí mismo a un sufrimiento incesante.
Se aflige por cosas por las que no vale la pena lamentarse y no por aquello que debería causarle pesar. Este estado de ilusión es el resultado de identificarse a sí mismo con el cuerpo y olvidar su divinidad inherente. Si toma conciencia de que es uno con el Ser Supremo, no tendrá por qué sentir pena. Será consciente de que la Verdad y la Bienaventuranza son inherentes a su realidad espiritual.
Cuando el hombre tome conciencia de que la Divinidad lo penetra todo, no habrá lugar para el egoísmo codicioso y para todo lo que crea división. Cuando Dhritarashtra hizo una distinción entre sus hijos (“mamakah”, mis hijos) y los Pandavas, demostró su ceguera espiritual y el desconocimiento de la unidad que incluye a la multiplicidad del mundo.
Todo da testimonio de las glorias de Dios El amor por la Divinidad es devoción. La devoción no es algo objetivo y concreto, sino una experiencia interna que surge del corazón. Se convierten en lo que piensan. Por lo tanto, el corazón debe estar lleno de buenos sentimientos. Los sentidos deben estar dedicados a buenas acciones. Cuando la mirada se dirige a Dios, toda la creación parece Divina. Cuando usan los anteojos correctos, ven todo con claridad. Pero, si los anteojos no son los adecuados, perciben una imagen distorsionada y se arruinan la vista. Del mismo modo, si su corazón está lleno de amor por Dios, todos sus sentimientos se santifican debido a ese amor. Otros pensamientos indeseables desaparecen. Los devotos le oran al Señor para que venga y resida en sus corazones puros y serenos. Cuando el corazón es impuro, no hay lugar para Dios.
Un canto del Bhagavad Gita está dedicado a los Vibhutis del Señor. ¿Qué son estos Vibhutis, estas glorias de Dios? Todo en el universo da testimonio de las glorias de Dios. Todo es un regalo de la Divinidad. Para aquel que tiene fe incondicional en Dios, no hay nada bueno o malo. Él le da la bienvenida a todo por igual. Cuando un niño está bien, la madre le ofrece toda clase de alimentos, pero, cuando está enfermo, el médico le da un remedio amargo.
Del mismo modo, el hombre que camina a tientas en la oscuridad de la ignorancia tiene que ser iluminado por la disciplina de la sabiduría.
La imposición de tal disciplina no significa que la Divinidad esté enojada o molesta. La gracia está presente incluso en la severidad de la disciplina. Es como el bisturí de un cirujano que se utiliza para realizar una operación necesaria. El devoto debe tener en cuenta que tanto el dolor como el placer son para su bien. Entonces no se verá afectado por las dificultades. Las considerará etapas en la evolución de su conciencia. El dolor y el placer son inseparables.
Uno conduce al otro así como la luna nueva culmina en la luna llena. Estas son las manifestaciones de la Rueda del Tiempo, expresiones de la Voluntad Divina.
Ahamkara es la raíz de todas las dificultades El hombre debería librarse de Ahamkara (el sentimiento de que él es el hacedor). Mientras el ego sea el que domina, la conciencia Átmica no se desarrollará. El egoísta no puede reconocer al Atma.
El egoísmo es la raíz de todas las dificultades del hombre. Es una ilusión basada en la idea equivocada de que el cuerpo es real y permanente. Eso no es verdad. Desde una edad temprana, uno debería reconocer la evanescencia del cuerpo y los sentidos y controlar los deseos incitados por los órganos sensoriales. Los deseos son insaciables. La búsqueda de riqueza, poder y posición sólo puede terminar en desdicha. En lugar de eso, uno debería refugiarse en Dios y dedicar todas sus acciones a la Divinidad.
Controlen los deseos para lograr la paz interior A pesar de su precioso nacimiento como ser humano, el hombre lleva una vida peor que la de los animales. A los animales no los consume la envidia. No se enorgullecen de sus posesiones. No tienen saldos bancarios ni salario mensual. Viven felizmente cada instante, contentos con el alimento y el refugio que puedan conseguir.
A medida que los conocimientos y las habilidades del hombre aumentan, su calibre moral declina. El hombre tiene que descubrir el secreto de la vida buena. Tiene que comprender que ha nacido no para disfrutar de los placeres mundanos, sino para realizar su destino divino cultivando buenas cualidades y llevando a cabo buenas acciones. Complacerse en acciones demoníacas teniendo una forma humana equivale a degradar la naturaleza humana.
¿De qué sirven la riqueza y la posición si uno no tiene paz mental?
Una conciencia tranquila es la joya más preciosa del hombre.
Para lograr la paz interior, hay que controlar los deseos y centrar los pensamientos en Dios. Desarrollen actividades de servicio con espíritu de dedicación. No anhelen el liderazgo. El verdadero servicio consiste en ayudar a los pobres y los desamparados de la sociedad con humildad y dedicación. Este es el verdadero servicio a la Divinidad. “Dhil me Ram, Hat me Kam” (“Rama en el corazón y el servicio en las manos”). ¡Prepárense para servir a las personas con Dios en sus corazones y fuerza en sus brazos! Discurso pronunciado en el Auditorio Purnachandra, el 9 de enero de 1988