Derramar tinta en el papel (30/09/1968)

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( Impreso en castellano en Mensajes de Sathya Sai, Tomo 06 cap. 62 )

Derramar tinta en el papel

30 de Septiembre de 1968

Prashanti Nilayam

CUANDO SE LE pregunta ¿Quién eres?, cada uno de ustedes da el nombre que alguna otra persona les dio años atrás o que ustedes mismos se dieron. No dan el nombre que ha estado con ustedes vida tras vida y que ha sobrevivido a muchas muertes y nacimientos, o sea, el Alma que realmente son. Ese nombre lo han olvidado; ha sido envuelto en los tres gruesos velos de la impureza, la ignorancia y lo transitorio. La impureza es la suciedad del vicio, la maldad y la pasión. El velo de la ignorancia esconde la verdad y hace atractiva y deseable la falsedad. Lo transitorio se super impone sobre lo eterno, expresa los límites de la individualidad sobre lo universal. Ahora bien, ¿cómo puede el hombre lavar o eliminar estas tres capas de suciedad? Seguramente con agua y jabón. El jabón de la penitencia y el agua del conocimiento removerán toda mácula de impureza. La mente vacilante que causa la desenfrenada búsqueda de felicidad en los objetos sensoriales y las posesiones externas será transformada por la aplicación firme en el culto y adoración de la fuente y sostén de todo. El velo de lo transitorio puede ser desgarrado por la adquisición del conocimiento que revela la esencia átmica del hombre, la unidad átmica del hombre, la unidad de las almas de toda la creación. Por lo tanto, la impureza es removible por la acción (karma), la ignorancia o ilusión por la devoción (bhakfi), y la sobreimposición o transitoriedad por el conocimiento (jñana). Es por esto que los sabios de la India establecieron estos tres senderos karma, bhakti y jñana para los aspirantes.

No hay atajo para llegar a cualquier logro que valga la pena; sólo una lucha constante puede asegurar la victoria. Las cosas que se ganan con poco o ningún esfuerzo no merecen ensalzarse. El proceso de control de los sentidos internos y externos (yama y niyama), estabilidad de la postura (asana), del aliento (pranayama), retiro a la conciencia interna (pratyahara), meditación (dhyana) y concentración (dharana) es difícil; pero la etapa final es la condición de perfecta e imperturbable ecuanimidad (nirvikalpa samadhi). Mientras la persecución de placeres materiales será como un néctar al comienzo y como veneno al final, la persecución de la ecuanimidad será como veneno al comienzo pero nectarina al final.

Había una vez un buscador del sendero espiritual que le rogó a su hermano mayor que lo iniciara en la vida espiritual dándole un mantra, pero el hermano le dijo: «Siempre es una ardua tarea enseñarle a un pariente, pero enseñarle a un hermano es más difícil aún. Debes acudir a Dakshinamurti, que no es otro que el mismo Shiva venido al mundo como maestro». El primero le preguntó cómo descubrir a ese preceptor, a lo que el hermano respondió: «Aquel que considera iguales a todos los hombres y a todas las cosas, ése es el preceptor que te he indicado». A partir de entonces el aspirante inició su búsqueda. Iba a las ermitas llevando un anillo de oro en su dedo y preguntando a todos los ermitaños qué metal era ése. Algunos declaraban que era oro, otros, que cobre, y otros más decían que bronce, estaño o una aleación. Y así iba de un sitio a otro. Un día llegó ante un joven asceta de ojos brillantes y le preguntó si el metal del anillo era oro. El asceta le dijo: «Sí». Entonces le preguntó: «¿No será cobre?», y el otro contestó: «Sí, es cobre». Así respondió siempre afirmativamente a cualquier cosa que el aspirante le dijera. No hacía ninguna distinción, y en base a esto el joven buscador espiritual concluyó que el asceta que tenía enfrente era el propio Dakshinamurti. La ecuanimidad viene como resultado de la conciencia de la unidad y de ninguna otra fuente. Sanat Kumar estaba dedicado a severas austeridades cuando el Señor se le apareció y le dijo que le expusiera sus necesidades, pero él le respondió: «Tú eres mi huésped ahora. Has venido. a este lugar en donde yo estoy desde hace algún tiempo, por o tanto, tú eres quien debe pedir cualquier cosa que desees. Estoy obligado a honrar a mi huésped otorgándole lo que necesite». Habiendo conocido a Brahman, él había llegado a ser Brahman mismo. Así pudo hablar como alguien que era igual que Dios. «Yo soy tú» era el estado alcanzado por Sanat Kumar. No es extraño que hablara así. «Él»está siempre presente, «yo» sólo nace después de que el individuo se separa de «él». Así, junto con el nacimiento del Alma individual (jiva) también debe nacer en la mente la idea de Deva (Dios). Ésta es la clave del éxito y la seguridad.

Abracen al Shiva (Dios) en el centro de su corazón y se volverán inmortales. Abracen al shava (cadáver) que es el cuerpo sin él y serán mortales.

El preceptor espiritual tiene que enfatizar esta lección fundamental. Él debe ser como el instructor de gimnasia entre los profesores en la escuela. Los otros entran a la clase, dan su lección y se van; el maestro de historia discurre sobre su tema y se va, el de ciencia hace lo mismo, pero el instructor de gimnasia debe él mismo ponerse de pie delante de los alumnos y mover sus manos a la derecha y a la izquierda para que puedan seguirlo; tiene que doblarse y levantarse tantas veces y tan rápido como quiere que lo hagan sus alumnos. El gurú tiene que ser Brahman para que pueda conducir a otros al conocimiento divino, debe estar consciente del nombrado y no meramente del nombre.

Este deseo de elevar el nivel de vida es una sed que nunca puede saciarse. LLeva a una interminable persecución de los placeres sensoriales, multiplicación de necesidades y a una cada vez más profunda preocupación. Las riquezas son una tentación mortal. Ningún calmante puede aquietar la comezón de ganar dinero. Una vez, Lakshmi, la diosa de la riqueza, y Narayana, su señor, tuvieron una querella acerca de quién tenía un lugar superior en los corazones de la humanidad. Decidieron dirimirla mediante un experimento. Lakshmi bajó a la tierra como un maestro espiritual: cuando la gente le lavaba los pies y lo adoraba, la bandeja y los recipientes usados por los devotos se volvían de oro. Gracias a eso era bien recibida en cualquier parte ¡y había una enorme avalancha de devotos y una enorme pila de recipientes y bandejas de bronce, cobre y aluminio en todas partes! Por su lado, Narayana también había bajado a la tierra y exponía a grandes multitudes las escrituras sagradas y los caminos a la felicidad y la alegría abiertos por los sabios. Cuando la gente oyó que Lakshmi convertía los metales comunes en oro, prefirieron sus visitas a las de Narayana y se preocuparon poco por lo que éste enseñaba. En realidad hasta lo expulsaban de las ciudades y pueblos cuando Lakshmi aparecía; pues sus discursos los distraían de las redituables sesiones de adoración de Lakshmi.

No escuchen los tentadores discursos de la gente que no tiene fe en Dios; ponen delante de ustedes el prospecto de una súbita riqueza ganada por medios torvos, pero no les dicen que la riqueza no puede darles una felicidad verdadera, duradera y satisfactoria. Sus argumentos son falsos y ladinos y ridiculizan lo tradicional y lo real. Había en Venkatagiri un brahmín ortodoxo que llevaba a cabo regularmente sus ritos del amanecer, el mediodía y la tarde. Durante estos ritos tenía que tomar pequeñas cucharadas de agua consagrada tres veces, una cucharada tras otra, cierto número de veces. Su hijo, que lo estaba observando, se rió y dijo: ¿Por qué tienes que sorber tantas veces? Bebe toda «el agua de una vez. Eso hará las cosas más fáciles y rápidas». El padre permaneció en silencio; pero más tarde, cuando el hijo estaba sudando por la tarea de la escuela y mojando su pluma de tinta a cada rato, se rió y le dijo: «¿Por qué no derramas el frasco de tinta sobre el papel y terminas de una vez? ¿Por qué molestarte tanto mojando la pluma y distribuyendo la tinta de a poquito, línea por línea, letra por letra?» Cada rito tiene una importancia y un significado que es mejor dejar en manos de la persona que cree y actúa en consecuencia.

Hay sólo tres maneras de salvarse: pravríti, nivriti y prapati (la acción, el desapego y la entrega). La acción, la actividad externa, es un método para sublimar los instintos y los impulsos. El desapego, la tranquilidad interna, es un método para someterla ansiedad de los sentidos y del ego. La entrega, es un método para utilizar los sentidos, los instintos e impulsos, la inteligencia, las emociones, para la glorificación del Omnisciente Divino que todo lo dirige. Hagan y dediquen, trabajen y adoren, planifiquen y protejan, pero no se preocupen por el fruto. Ése es el secreto del éxito espiritual.

Prashantí Nilayam

30 IX 68