Cuando el ídolo del Señor Rama le fue arrebatado a Thyagaraja, él estaba muy apesadumbrado. Incluso cuestionó la divinidad de Rama diciéndole: «¿Acaso no tienes el poder para resolver mis problemas o es que me falta devoción? Definitivamente yo tengo devoción, por lo tanto, eres Tú el que carece de poder”. Continuó en esta línea ensalzando su propia devoción y, en el proceso, se volvió egoísta. Pero cuando se sentó a meditar, la sabiduría se manifestó en él. Se dio cuenta de su insensatez al dudar de la divinidad de Rama. Él reflexionó: “Sin la gracia del Señor Rama, ¿podría un mono cruzar el océano? Si Rama careciera de poder, ¿lo adoraría Lakshmana? O, para el caso: Lakshmi, la diosa de la riqueza, ¿ lo serviría? Y el extremadamente inteligente Bharata, ¿le ofrecería sus respetos? ¡Oh Rama! Ciertamente Tu poder es inmenso. Son mi ignorancia y mezquindad las que me llevaron a cuestionar Tu divinidad». Buscó el perdón del Señor Rama y se entregó a Él. Cuando ustedes purifican su corazón y se entregan a Dios por completo, ¡Dios se manifiesta instantáneamente! Discurso del 25 de diciembre de 1998.