La educación y la paz (20/12/1958)

711

( Impreso en castellano en Mensajes de Sathya Sai, Tomo 01 cap. 18 )

La educación y la paz

20 de Diciembre de 1958

Trivandrum

El gobernador, el doctor Ramakrishna Rao, habló, ahora, muy sentidamente de la urgente necesidad de cultivar los valores espirituales. Cuando se logra progreso económico sin modificar la base espiritual, el egoísmo, la competencia y la codicia traen aflicción a la comunidad. Aquí, en Trivandrum, no pueden olvidarse de la base espiritual. El templo de Padmanabha domina la ciudad y la vida diaria de la gente, no sólo aquí sino en todo el estado. Kerala es en sí un país santo, y su santidad ha aumentado con el advenimiento de Sankaracharya y sus enseñanzas.

El país es muy bello, como pude ver al venir de Coimbatore, por todo el camino, hasta esta ciudad capital. El escenario formado por los ríos y canales y los cocotales que van de un lado del estado al otro es como un vasto cuadro de un gran artista en una tela inmensa. El Señor disfruta de estas cosas en su calidad de pintor; Él aprecia su propio trabajo, de pie delante de su propio cuadro o escultura. El ver la propia belleza del Señor en el bello paisaje que le rodea requiere, no del ojo externo, sino del ojo interno. Si desarrollan el ojo interno, el caminar por la tierra o viajar por las aguas es en sí un peregrinaje por tierra santa, que les dará vislumbres de Dios en cada pedazo de nube o mancha de verde. Pero toda esta belleza debe llevar al hombre a la verdad y toda esta verdad a la felicidad (mangalam). Ese es el sendero natural. La belleza de la obra del Señor lleva al hombre hacia la gloria del Señor; el cuadro los induce a conocer al pintor. El Señor, cuando se aprehende su verdad, confiere bienaventuranza, que es la prosperidad misma.

También encuentro que aquí la gente es muy trabajadora e industriosa. De punta a punta del estado, la gente está ocupada en las calles, en las tiendas, en los campos, en los jardines y en los canales. Otra cosa que llamaba la atención de todos los que estaban conmigo era la cantidad de muchachos que van a la escuela, con hojas de cadjan o pizarras o bultos de libros en los hombros, muchachos y muchachas. El porcentaje de alfabetismo aquí, yo sé, es uno de los más altos en la India. Además, cada familia tiene un número de hombres y mujeres altamente educados. Trivandrum es el centro de muchas grandes instituciones educacionales y culturales.

Pero, a pesar de todas las viejas tradiciones de victoria espiritual, de todo el tesoro de cultura espiritual, de toda la actividad y de toda la industria, de toda la pasión por adquirir una educación y de todas las oportunidades que se aprovechan tan alegremente, encuentro aquí mucha falta de paz (asanthi). No hay paz interna aquí donde se podría esperar encontrarla en abundancia. Es verdad que, como dice el dicho: «El tigre viejo todavía tiene rayas». Les puedo decir que el aliento está aquí todavía, pero la fuerza se ha ido de este antiguo depósito de sabiduría espiritual que en un tiempo enseñó el secreto de la ecuanimidad y de la paz a todos. Los discos de gramófonos son todos hechos del mismo material. De igual modo, todos los corazones son de la misma inteligencia o conciencia. Los surcos en ellos aparecen iguales en todos. Los surcos grabados en los corazones por la aflicción y la alegría también son más o menos los mismos. Es la aguja que pasa encima del surco la que produce a través de la caja de resonancia y del amplificador la buena o mala música. La aguja es el manas, la mente, que pasa por encima de la felicidad y del dolor y traduce o exagera la respuesta o los hace sentirse alegres o desgraciados. Si la aguja está bien perfilada, la música es un placer para el oído. Si está mellada o rota, entonces el sonido es una tortura de chillidos.

La mente es el viento que nos trae el mal olor o la fragancia del mundo. Cuando la mente se dirige al mal olor, los hace infelices; cuando se dirige hacia la fragancia, son felices. El viento reúne las nubes de las cuatro esquinas; similarmente, la mente trae a su conciencia las decepciones de muchas esperanzas. Y de nuevo es la mente la que, como el viento, dispersa las nubes que la oscurecen o la hacen sentirse perdida en la noche de la duda. Controlen la mente y permanecerán serenos. Ese es el secreto de la paz; esa es la educación que el hombre debe reclamar y obtener primero. Encontramos hoy que el hombre más educado es la persona más descontenta e infeliz. Entonces, ¿cuál es la ganancia de todo el estudio que ha hecho de libros, de los hombres y de las cosas?

Para lograr esta ecuanimidad, lo que deben hacer no es leer, sino hacer prácticas espirituales sistemáticas. Entonces podrán ser felices, ya sean ricos o pobres, apreciados o rechazados, prósperos o desgraciados. Esa es una armazón sin la cual es tonto entrar en la arena de la vida.

Si se entra en la arena sólo para obtener alegrías sensoriales, entonces pueden esperar toda clase de problemas. Es como salir a un mar tempestuoso en un bote pequeñito sin timón. Entren ahora mismo al sendero de la disciplina espiritual; cada uno de ustedes tiene un gran nivel de concentración; conocen el arte, pues cada tarea requiere concentración y cada uno se beneficia con ella. El carpintero, el tejedor, el oficinista, el banquero, todos la tienen en un mayor o menor grado. Úsenla para esta tarea también; dirijan la mente hacia su propio funcionamiento, examínenla y adiéstrenla para que se restrinja a la buena compañía, a los buenos pensamientos y a las buenas acciones. Practiquen la meditación en cualquier forma del Señor y repitan, con conciencia de su dulzura, cualquier nombre del Señor. Esto le enseñará a la mente a estar despierta y a producir buena música tanto de las alegrías como de las aflicciones que son incidentales en la vida.

Como el agua subterránea, la Divinidad está allí, en cada uno de ustedes, recuérdenlo. El Señor es el yo interno de todos los seres (sarvabhuthantaratma), Él es todo penetrante (sarvavyapi). Es el Atma interno de cada ser. Él está en ustedes como en cualquier otro. El sol brilla igualmente sobre todos; su gracia cae igualmente sobre todos. Son ustedes los que erigen los obstáculos que impiden que los rayos de su gracia los calienten. No culpen al Señor de vuestra propia ignorancia o necedad o perversidad. Lo mismo que el agua subterránea sale de un manantial cuando se perfora hasta esa profundidad, con un constante Ram Ram Ram Ram Ram toquen el manantial de la divinidad y un día brotará en fresca abundancia y les traerá inacabable felicidad.

La vida es un peregrinaje hacia Dios; el punto sagrado está allí, lejos. El camino está enfrente de ustedes; pero a menos que den el primer paso hacia adelante y sigan ese paso con otros, ¿cómo podrían llegar? Empiecen con valor, fe, alegría y firmeza. Seguro que tendrán éxito. La mente y el intelecto son dos bueyes atados a la carreta, el hombre interno. Los bueyes no están acostumbrados al camino de sathya, dharma, santhi y prema y así arrastran la carreta por el camino que les es familiar, o sea, la falsedad, la injusticia, la preocupación y el odio. Ustedes deben adiestrarlos para que tomen el camino mejor a fin de que no se causen un desastre a sí mismos, a la carreta a la cual están uncidos y a los hombres que van en ella.

El hijo suyo le da gran alegría por su juego y su parloteo, pero cuando interfiere con su trabajo o lo molesta cuando está ocupado en otra cosa, usted se pone de muy mal humor. Es una fuente de alegría y de aflicción. No hay nada que pueda dar alegría pura; aun si la ofrece, cuando se pierde trae aflicción. Esto está en la misma naturaleza de las cosas; así pues traten de agarrar la fuente misma de alegría y de aflicción, la mente. Contrólenla y adiéstrenla para que vea la verdadera naturaleza del mundo objetivo, que los atrae y los repele por turno. Ese es el verdadero fruto de la educación.

Trivandrum, 20-12-1958.