Muchos son los caminos (24/03/1958)

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( Impreso en castellano en Mensajes de Sathya Sai, Tomo 01 cap. 8 )

Muchos son los caminos

24 de Marzo de 1958

Y. M. I. A. Mylapore, Madrás

No he venido a ustedes para sermonear, pues no creo en el valor de las meras palabras, no importa lo eruditas o pomposas o profundas que sean. Sólo he venido para compartir con ustedes mi prema o amor y participar en el suyo. Esto es lo que más aprecio. Ese es el verdadero beneficio que ha de obtenerse.

Hoy en día, el tifón del odio y la falsedad está desperdigando por las cuatro esquinas del cielo las nubes de la justicia, de la corrección (nyaya) y de la verdad, y ya la gente piensa que el sanathana dharma o justicia eterna misma se halla en peligro de extinción. Pero esto puede suceder sólo si el Señor lo decreta, y el Señor que ha establecido el dharma no permitirá que sea destruido.

Donde se recalquen sathya, dharma, shanti y prema, en la religión o lenguaje que sea, por el maestro que sea, en el lugar que sea, allí tendremos el sanathana dharma. Mientras el hombre sea apto para el prema, allí estará el dharma, no tengan duda de ello. Y cuando ese prema esté fijo en el Señor, su carácter experimentará lenta pero firmemente un cambio revolucionario; entonces, el hombre compartirá los dolores y las alegrías de sus semejantes; después se pondrá en contacto con la fuente misma de la Bienaventuranza que se encuentra más allá de las ganancias y pérdidas temporarias de este mundo. El prema dirigido al Señor se llama devoción (bhakthi) y es el más fácil de todos los senderos para alcanzar la meta.

Se puede decir que el bhakthi (devoción) tiene varias etapas. Mukhyabhakthi es la etapa en la cual sólo importa el servicio del Señor y es su propia recompensa; el devoto no busca nada más que el servicio de lo más alto, hecho al máximo de sus aptitudes. Esto se transforma gradualmente en parabhakthi (devoción suprema) en la cual no se conoce otra cosa que el nombre y la forma del amado. Luego hay lo que se llama gunabhakthi (devoción de los gunas o distintos modos de ser de la naturaleza), coloreada por los tres gunas: la actitud del artha o el afligido, del artharthi o buscador de comodidades mundanas, el jijñasu o buscador sincero y del jñani u hombre sabio que está silente y contento con la realización de que todo es Él.

Para andar por el bhakthimarga o sendero de la devoción no se necesita erudición ni bienes ni riquezas ni rigores ascéticos. Díganme, ¿cuál era el linaje de Valmiki, la riqueza de Kuchela, la erudición de Sabari, la edad de Prahlada, la condición de Gajaraja, los logros de Vidura? Prema; eso era todo lo que tenían y todo lo que precisaban. La gracia del Señor es como el océano: vasta e ilimitada. Por medio de su sadhana, su japa, su dhyana y el cultivo sistemático de la virtud, esta gracia se convierte en nubes de verdad que cae sobre la humanidad como lluvia de prema, que se junta y fluye como la corriente de ananda o bienaventuranza, para regresar de nuevo al océano, el océano de la gracia del Señor. Cuando ese prema abraza la humanidad, lo llamamos daya, la cualidad no de la compasión sino de la empatía, de la empatía que nos hace sentir felices cuando otros son felices, y tristes cuando otros son infelices.

Ustedes habrán visto a mendigos cantar en las calles, ¿no es así? Cada uno de ellos tiene un par de címbalos en una mano para marcar el tiempo y un instrumento de una sola cuerda en la otra con cuyo sonido entonan su canto. El canto será desagradable si está fuera de tono, y cacofónico si el tiempo no está bien marcado. El canto de la vida también debe ser igual; mantengan las tareas diarias y canten de alegría al tono del prema o amor. Sólo entonces vale la pena la música.

Es la mente la que hace o deshace al hombre. Si está inmersa en las cosas del mundo, lleva a la esclavitud; si trata al mundo sólo como un mundo temporario, entonces a través de este vairagya o desprendimiento, se vuelve libre y liviana. Adiestren su mente para que no se apegue a las cosas que cambian para bien o para mal. No sostengan ante ella los oropeles de la fama y las riquezas mundanas; atráiganla hacia alegrías perdurables derivadas de fuentes que existen dentro de ustedes. Esto les dará grandes recompensas. En tal caso, la mente misma será el gurú, pues los llevará hacia adelante, una vez que haya probado los dulces de sravana, manana y nididhyasana, o sea los dulces del escuchar, recordar y meditar sobre cosas santas. Es la mente la que, a la figura hecha por el alfarero, la llena con la divinidad que el devoto ve en ella; es la mente la que inunda el santuario con la fragancia de la santidad.

Es la práctica, leemos, la que da fuerza, lo mismo que hace el alimento al digerirse y el ejercicio al favorecer la salud. Thyagaraja (1) cantó que el Señor es la fuerza motriz interna de la hormiga al igual que de todo el universo; pero aun cuando ustedes estén intelectualmente de acuerdo, cuando, una hormiga les pica no sienten que por esa picadura se han puesto en contacto con el Señor, ¿no es así? No proclamen grandes verdades a voz en cuello; demuestren mediante su conducta que ponen valor en ellas y que son guiados por ellas. Por lo menos tengan cuidado con esto, no cometan ustedes mismos los errores de que acusan a los demás. No les pidan a otros que logren un nivel que ustedes son renuentes a alcanzar. Si viven de acuerdo con estos dos principios, aunque no se inclinen ante imagen alguna ni asistan a determinado ritual o adoraci6n en el templo, podrán obtener la gracia del Señor.

Hay muchos caminos para ir a Madrás; también hay otros tantos para llegar a la divinidad: éstos son el amor, la verdad, el servicio, la compasión y la recordación del nombre del Señor. De igual manera, está el adwaithin (2) que se descubre a sí mismo como la sustancia básica de toda creación, como Brahma mismo. Todos los caminos son correctos; sólo que algunos son más llanos, aquéllos más tortuosos, éstos más escabrosos. La manera más fácil de aprehender la realidad básica es la de ver al Señor en cada criatura; al Señor presente en toda esta multiplicidad, como la realidad subyacente en todo, el Sarvabhuthantharatma. Pueden preguntarse y hasta dudar de que sea posible que el Señor more en cada ser. Pero ¿no han visto ustedes una sola semilla de mango convertirse en un árbol que da miles de frutos en cada uno de los cuales está una semilla idéntica a la que se sembró primero? Así también, el Señor puede encontrarse en cada ser creado por su voluntad.

Recuerden que su verdadera naturaleza es la misma que la del otro hombre; él es usted conocido como otro nombre. Cuando practican una buena acción, se la están haciendo a ustedes mismos; cuando perjudican a alguna persona, recuerden, se están dañando a ustedes mismos; por eso, eviten lastimar a otros. Esto me recuerda lo que Hussain, el hijo de Rabbia Malid de Persia, solía hacer. Él se levantaba temprano e iba a la mezquita a orar con gran diligencia y devoción. En una ocasión, al regreso, encontró que los sirvientes de la casa todavía dormían en sus esteras y se enojó con ellos; renegó y echó pestes contra ellos por su negligencia en los deberes religiosos. Entonces su padre lo reprendió. Le manifestó: «Hijo, ¿para qué te enojas con estas pobres almas que están demasiado cansadas para levantarse temprano? No borres los buenos resultados de tu adherencia a la regla de Dios castigando a estos pobres esclavos inocentes. Yo preferiría que te levantaras tarde y te abstuvieras de ir a la mezquita, pues ahora estás orgulloso de ser más religioso que ellos y te atreves a culparlos por faltas de las cuales no son responsables».

Ustedes deben atender a estos pequeños detalles también, pues la devoción no es sólo una pose; la conforma una serie de pequeños actos dirigidos por la actitud de reverencia ante la divinidad de todos los seres. Observen la mentira que se esconde en la lengua, la violencia que se encubre en el puño, el ego que se agazapa en la acción. Refrénenlos antes que se conviertan en hábitos y se afiancen como carácter para torcer su destino.

Ramaswami Reddy dijo que yo hago muchos milagros y que ustedes tienen suerte por haber tenido la oportunidad de oírme. Bueno, Yo soy como el tendero cuyo negocio está repleto de cosas que el hombre necesita. Y como el hombre que está detrás del mostrador, yo les doy sólo lo que me piden; si el cliente pide una toalla, ¿cómo puedo darle un dhoti? Pero estas cosas materiales no tienen ninguna importancia. Pidan devoción y sabiduría y estaré contento. Muchos son los que no anhelan estas cosas ahora; es su desgracia. Sólo están desperdiciando su oportunidad.

Quizá los culpables de esta situación sean los mayores, pues es deber de éstos el mostrar a las generaciones nuevas con el ejemplo de sus vidas que las prácticas y estudios espirituales los han hecho más felices y valientes en la aventura de la vida. La juventud siempre los imita; pelea si ve que ellos disfrutan de las peleas; duda de la santidad si ellos no honran a los hombres e instituciones santas. Por eso no culparé tanto a los jóvenes como a los mayores. La fe en Dios y en la disciplina espiritual ha declinado debido a la falta de entusiasmo entre los mayores por estos asuntos. Es responsabilidad de todos los hombres píos el demostrar en sus vidas y a través de ellas que la piedad no es una debilidad sino una fuerza; que abre una fuente de poder y que una persona con fe en Dios puede superar los obstáculos con mucho mayor facilidad que una sin ella.

No insisto en que una persona tenga fe en Dios. Rehúso decirle ateo a alguien. Los seres existen como resultado de su voluntad, de acuerdo con su plan; así, nadie está fuera de su gracia. Además, cada individuo siente amor por algo o por alguien, y ese amor es una chispa de la divinidad; todo el mundo tiene ultimadamente que basar su vida en alguna verdad; esa verdad es Dios. Ninguna vida puede ser vivida en completo desafío a la verdad; uno debe ponerle atención a ella y decirla a los demás a fin de hacer que la vida valga la pena ser vivida. Es ese, entonces, el momento de Dios y es en ese momento cuando profiere la verdad, o ama, o sirve, o se doblega, cuando es un teo (teísta).

De este modo, ni siquiera la devoción es esencial. Son esenciales el amor, la verdad, la virtud, el anhelo de progresar, de servir, de expandir el corazón, de incluir a toda la humanidad en su amor, de ver a todos como formas de la conciencia divina.

Y. M. I. A. Mylapore, Madrás 24-03-1958.

(1) Santo de la India del sur.

(2) Afirrnador de la no dualidad, de la identidad de Brahma o paramatman o alma suprema con el jivatman o alma individual.