En realidad, cada objeto en la naturaleza, cada incidente en el tiempo, les está enseñando una lección. Una mañana, Dakshinamurthy caminaba sin apuro por la playa. Miraba las olas, y de ellas obtuvo una lección. Lenta pero sistemáticamente, las olas fueron transportando una brizna de paja hacia la playa, pasándola de una cresta a otra hasta depositarla en tierra firme. El mar es una amplia extensión, profunda e imponente, pero sin embargo está constantemente dedicado a limpiarse de todo elemento extraño. Sabe que un deseo no debe descuidarse, aduciendo que es sólo una brizna de paja. Empújenlo de regreso a la playa, donde no puede hacer daño. Dakshinamurthy exclamó: «¡Maravilloso! El mar me ha enseñado una gran lección», la lección de que el peligro acecha cuando alza la cabeza un deseo surgido de los sentidos y la mente. El precio de la paz y la felicidad es la eterna vigilancia. (Discurso, 29 de julio de 1969)