La gente piensa que cuantas más cosas mundanas tengamos, más felices seremos. Sin embargo, a medida que crecen los deseos, también van en aumento los desengaños y problemas. Tiene que haber un límite a nuestros deseos, apegos y ambiciones. El mundo padece numerosos problemas porque las personas no ponen límite a sus deseos. Es un error buscar en la vida una serie interminable de placeres y comodidades. La verdadera felicidad no puede encontrarse de ese modo. Sin experimentar dificultades y problemas, ¿cómo conocer el valor de la paz y el placer? La vida es un constante alternar entre el placer y el dolor, la alegría y la pena, el calor y el frío. La agria cáscara que cubre a la naranja protege el dulce jugo que hay en el interior. Por lo tanto, consideren al dolor, la ansiedad y la pena como una cubierta que protege la paz y la bienaventuranza que disfrutarán después. Su mente es la causa de la esclavitud y también de la liberación. (Divino Discurso, 14 de mayo de 1984)