Discursos dados por Sai Baba
{SB 15} (42 de 59 discursos 1981 a 82)
15. 17/07/81 El Universo, el maestro
( Impreso en castellano en Mensajes de Sathya Sai, Tomo 11 cap. 20 )
El Universo, el maestro
17 de Julio de 1981
ISA VASYAM idam sarvam. Todo esto está envuelto, impregnado y saturado por Dios; cualquier cosa es sustancia de Dios.
Estamos en la Tierra; alrededor de ella gira la Luna; la Tierra y la Luna son iluminadas por el Sol. Los planetas Mercurio, Venus, Marte, Júpiter, Urano, Neptuno, Saturno, giran alrededor del Sol obedeciendo órbitas prescritas, con diferente velocidad. Sus satélites también pertenecen a la familia solar. Cuando en la noche levantamos los ojos hacia el cielo, vemos infinidad de estrellas; y en la Vía Láctea vemos densas masas de estrellas en racimos. Allí, en el espacio, existen más de cien mil millones de estrellas y de galaxias de la Vía Láctea, y más allá son más de cien millones. Sin perdernos en números, debemos reflexionar sobre el misterio de la unidad y la armonía de esta proyección cósmica.
El Sol está aproximadamente a ciento cincuenta millones de kilómetros de distancia de la Tierra. El planeta más distante que conocemos es Plutón, que está aproximadamente a 5900 millones de kilómetros del Sol. Toma 248 largos años dar una vuelta alrededor del Sol. ¡Bien! ¿Ha creado Dios todos estos cuerpos celestes por un simple capricho? ¿O intenta impartir una lección mediante estos sucesos? Dios nunca producirá un efecto sin una razón o propósito, ni manifestará Él una sustancia sin ningún valor. ¿Por qué? La rotación de la Tierra sobre su propio eje, por ejemplo, produce la noche y el día; su circunvolución alrededor del Sol produce las estaciones, la formación de nubes, la caída de la lluvia, los seres. Dios, por su gracia, ha querido establecer paz y prosperidad sobre la Tierra. Veamos cuál es el propósito en el transcurrir del día y la noche. Después de las actividades del día, se le provee la noche al hombre y a los animales para el descanso y la recuperación de energía. El sueño reconforta la mente y el cuerpo; si no, quedaría exhausto; la noche restablece la salud, es un regalo de Dios al hombre. Al profesar la fe en la compasión de Dios, podemos aquilatar los beneficios que se obtienen aun de las estrellas y galaxias y de las olas del mar.
De hecho, el mejor maestro es nuestro propio corazón. El tiempo es quien nos hace tomar conciencia, es el mejor preceptor; el mundo es la mejor escritura; Dios es el mejor amigo del hombre. Así, no hay necesidad de vagar en busca de un gurú (maestro espiritual). Reciban lecciones de cada ser vivo y de todo lo que encuentren alrededor suyo: aprendan la fidelidad y gratitud del perro, la paciencia y fortaleza del asno, la perseverancia de la araña, la previsión de la hormiga y la monogamia del búho.
No es posible considerar a la creación y al creador, a la naturaleza y a Dios, por separado, como si fuesen diferentes. ¿Podemos afirmar que las olas están separadas del mar? Ellas son del mar, con el mar y provienen del mar. El hombre también es de Dios, con y de Dios. Las burbujas se forman, permanecen y se funden en el agua. El cosmos también es una burbuja salida del Absoluto, existe como el Absoluto y se funde en el Absoluto o Paramatma. Nara (el hombre) es una burbuja; Narayana (Dios) es el mar. Reconozcan esta verdad: así como la burbuja no puede ser concebida sin el agua, el cosmos, este mundo, no puede ser concebido sin Dios. Por supuesto, las olas se levantan y caen, avanzan y retroceden, pero el mar carece de tales agitaciones; el movimiento de las olas no lo afecta. Debido a sus actividades, el hombre experimenta altibajos en la vida, crece y muere; sin embargo, el Dios que está instalado en su interior no sufre ningún daño.
Las actividades (karma) son tres: karma, akarma y vikarma, acción, inacción y no acción. De éstas, la no acción es la más sutil de las actividades porque no es ni pereza ni acción motivada por el deseo, es simplemente conciencia, la más profunda experiencia. No es ni tamásica ni rajásica. La acción es rajásica, impulsada por motivos egoístas, la inacción es tamásica; sin embargo, la no acción es sátvica. Basándose en estos tres tipos de «actividad», en la naturaleza humana pueden también distinguirse tres características: la naturaleza animal; los hombres de esta naturaleza sólo actúan de acuerdo con sus propios y egoístas fines y carecen de devoción y dedicación. No comparten ni ayudan a otros ni se preocupan por los sufrimientos ni penas de los demás; no se preocupan por los niños que han traído al mundo ni velan por la seguridad de la persona con quien están casados. El hombre del nivel humano, sin embargo, se compromete con el bienestar de su esposa e hijos y del círculo que forman sus parientes; la vida de éstos transcurre en el ámbito de este reducido grupo. Por supuesto, la naturaleza de esta gente no es loable; pero, al menos, existe la posibilidad de que surja una pequeña chispa de amor y de que ésta se vuelva más brillante y se expanda mediante la relación con la sociedad o gracias a la influencia de los sabios, o a la participación en proyectos de servicio altruista. El hombre del nivel humano puede elevarse muy alto y volverse hombre Dios. Los hombres Dios u hombres de Dios se describen en el Bhagavad Gita como: «Siempre asociados con Dios». Ellos nunca están separados de Dios y lo experimentan en y por medio de todas las cosas en todo momento; sin importar lo que vean o hagan, ellos creen que es por Dios y para Dios.
Para elevarse a la altura total de su glorioso destino, el único instrumento con que el hombre cuenta es prema (amor). El hombre no es sólo un cúmulo de habilidades y logros. El hombre posee en sí mismo el anhelo y la capacidad de avanzar desde el pequeño y estrecho círculo del yo, al vasto horizonte de NOSOTROS. La esencia del hombre es divina, ella le conduce de aham (yo) a Soham (Él soy yo) y lo impulsa a desechar el pequeño yo con sus mezquinos y estrechos deseos y buscar el vasto e ilimitado Él, que es la realidad. Desechar al pequeño yo es lo que significa la renuncia. La renuncia no significa desligarse del vínculo familiar y huir de la casa e internarse en el bosque. Consiste en sublimar cada pensamiento, palabra y acción convirtiéndola en una ofrenda a Dios, saturando todo acto con una divina intención; éste es el mejor sadhana, cultivar amor. El amor se da a sí mismo para siempre; nunca pide a otro que le dé; bríndenlo y se les brindará; dejen de compartir amor y no habrá más para compartir. El amor está basado en la renuncia; son inseparables. La realidad esencial del hombre rechaza el ego como una imperfección. Cuando nos preguntamos: «¿Quién soy yo?», y encontramos que todos y cada uno son yo, el amor se expande ilimitadamente. En el alfabeto sánscrito a la «a» la conforman dos palabras: a ham; las dos juntas forman aham, y significan «ego». Al ego no debe permitírsele expresarse porque extingue el manantial de amor.
Dios es amor; por lo tanto, todas las cosas creadas por Dios están impregnadas de amor. Una taza de plata es toda plata; es plata con un nombre y forma identificables. El cosmos tiene un nombre y una forma; Dios se volvió el cosmos; Dios es amor y así, el cosmos es amor. De la taza de plata ustedes no pueden separar la plata como una entidad distinta. Por lo tanto Dios no puede ser distinto de la creación. Nada es bajo, sucio, feo o desagradable; todo es adorable. Para mantener esta conciencia universal de Dios, deben dominar sus impulsos y deseos.
Desafortunadamente, el hombre está olvidando con rapidez la firme búsqueda de lo espiritual. Aprendan de la pequeña araña esta lección de inflexible determinación para conseguir su propósito. Ella lucha una y otra vez, a pesar de repetidos fracasos, por fijar los hilos básicos de su tela de manera que pueda tejerla firme y fuerte. El hombre, sin embargo, se descorazona al primer fracaso, ya sea renunciando a la fe en Dios o irritándose contra Él. ¿Es esta veleidad una característica de la
naturaleza humana? No. El perro es más firme en su lealtad; denle comida a un perro dos días seguidos y les servirá fielmente durante mucho tiempo. El hombre, sin embargo, come de la mano de Dios toda su vida y aún no alberga gratitud en su corazón; se comporta peor que un gusano.
El hombre ha sido esclavizado por el dinero y vive una vida trivial, vacía y artificial; ésta es, en verdad, una lástima. El hombre debería buscar poseer sólo el dinero suficiente para vivir; la cantidad de riquezas que deben tener puede compararse con la medida de los zapatos que uno calza; si son muy pequeños causan dolor, demasiado grandes serán un estorbo para caminar.
El dinero también debe acompañarnos sólo lo suficiente para vivir una vida cómoda física y mentalmente; cuando tenemos más, propicia orgullo, pereza y desprecio por los demás. En la búsqueda del dinero, el hombre desciende al más ínfimo nivel, el dinero es de la naturaleza del estiércol y si se acumula en un lugar, contamina el aire; espárzanlo ampliamente sobre los campos y los recompensará con una abundante cosecha. Así también, cuando el dinero se invierte en buenas obras para fomentar buenas obras, otorga felicidad en abundancia. Pero hoy en día, los actos de renuncia y los pensamientos santos están ausentes y nos enorgullecemos de ser «modernos». ¿Es que la modernidad implica el rechazo de la moral y la justicia? ¿O consiste en dar rienda suelta a los sentidos y buscar con frenesí la satisfacción de incontables deseos? No; la modernidad significa el establecer control sobre uno mismo y confianza en el propio ser.
Este día estamos celebrando el sagrado Gurú Purnima (día del maestro). Mucha gente celebra este día ofreciendo guirnaldas al gurú (maestro espiritual) y colocando costosas ofrendas ante él, pero el verdadero gurú no es un preceptor humano; es el cosmos mismo, la creación, el mundo que nos rodea. La vida debe tener un ideal ante ella y debe avanzar hacia una meta; debe ser una marcha constante, pues tiene como único propósito la divinización del hombre, la transformación del «hombre» que creemos ser en el Dios que realmente somos. Gu en la palabra gurú indica la cualidad de gunathifa, esto es, inafectado por atributos y actitudes, no asociado con ninguna característica particular; y ru significa rupa rahita, esto es, no limitado a ninguna forma, penetrado en.todas. las formas. En este contexto, el Universo y todos sus componentes deben verse como nuestros preceptores y aprender las lecciones que cada uno nos enseña.
¿Con qué prueba demuestran que han aprendido tales lecciones? Con la prueba del servicio brindado de todo corazón, y la suavidad al hablar, lo cual revela la Divinidad en el hombre. Vidura aconsejó cierta vez a Dritarashtra: «Un árbol cortado aún puede brotar y dar hojas, pero un corazón destrozado por una palabra amarga, no latirá nunca más». El siguiente paso consiste en trabajar con ahínco. Un proverbio telugu dice: «Trabajen hasta que los huesos les duelan y coman hasta que les duelan los dientes». Clamamos por comida todo el día porque no trabajamos hasta que los huesos nos duelan. Una persona que no trabaja no tiene derecho a consumir alimento; sólo aquéllos que trabajan con mucho afán pueden ejercer ese derecho. La tercera etapa es la oración. Puede decirse que oramos todo el día, pero la oración no sólo es la pronunciación de palabras, sino el anhelo de tener la experiencia de despertar la divinidad latente en el corazón. ¡Encarnaciones del Amor!: Un corazón sin palabras es mucho más precioso que las palabras sin corazón; las palabras brotan como cascada en la lengua, pero no son más que espuma. La gente parlotea con un millón de palabras pero jamás practica ninguna acción; prediquen con el ejemplo y no sólo impartan consejos.
El pasado quedó atrás, comiencen una nueva vida desde mañana y reverencien al mundo como divino; no lo subestimen como impío. Dicen las Upanishads: «Todo lo que se ve u oye es Dios». El mundo interno y el externo están inmersos en Dios. «Om Thath Sath», declaran las Upanishads. Thath es Eso, la causa. «Kim yath thath». Estas tres palabras tienen que ser muy bien analizadas. Kim (¿qué?) Yath (¿cuál?) Thath (Eso). Thath es el principio de Brahman, Thuam (ustedes) es el efecto, el jiva, el individuo. La oración debe surgir del efecto a la causa. El yo individual tiene que buscar al yo supremo, debe surgir de un corazón puro. La taza en la cual se bebe la oración debe estar limpia por dentro y por fuera; la oración no debe elevarse de la lengua, como la música que sale de un disco. Cuando la oración no nace del corazón, cuando no están comprometidos con ella, ¿cómo pueden atraer a Dios? Deben adquirir confianza; sólo así esa confianza los guiará hacia el sacrificio y la realización de sí mismos.
Hombre significa el que avanza de la posición de «yo» hacia el omnímodo Yo, del Alma al Alma Suprema. La naturaleza puede orientarlos hacia el éxito de esa marcha y puede conducirlos hasta la verdadera meta; el auténtico gurú en el que deben confiar es la naturaleza, saturada de Dios. Dios no nos enseña directamente; Él nos imparte conocimiento por medio de la naturaleza que nos rodea. Cuando enseñamos el Om a los niños, lo pronunciamos en voz alta y, al mismo tiempo, escribimos las letras en un pizarrón. Dios ha escrito Om en cada átomo de la naturaleza; ahí es donde podemos aprender de Él.
Por todo esto, no renuncien al mundo ni condenen a la naturaleza, no restrinjan a Dios en e! Universo a un solo nombre o forma; amen todos los nombres y formas y expandan sus letras en todo el mundo. Só!o consideren esto: cuando les sirven lentejas en el almuerzo, las hacen a un lado si tienen poca sal; nos importa sobremanera un momento de complacencia del gusto. Cuando se vive toda una vida, imagínense el cuidado que debemos tener para realizar ese objetivo. La virtud es la sal de la vida, el amor es la virtud más alta; cultiven el amor compartiéndolo y reverencien al Universo como su gurú; éste es el mensaje que deseo darles en este Gurú Purnima.
Prashanti Nilayam
17 VII 81