Discursos dados por Sai Baba – 03. 06/01/75 ¡Padres, despierten!

Discursos dados por Sai Baba

{SB 13} (39 discursos 1975 a 1977)

03. 06/01/75 ¡Padres, despierten!

( Impreso en castellano en Mensajes de Sathya Sai, Tomo 09 cap. 36 )

Padres, despierten!

6 de Enero de 1975

Dharmakshetra

AL VER ESTE DESFILE, al escuchar el canto de las marchas y observar los demás actos que han presentado, puedo decir que lo ocurrido esta mañana no ha sido la salida del sol, sino el amanecer de la bienaventuranza. La gente está hablando respecto a la gloria del pasado de la India; sigue alabando incesantemente el reinado de Rama o los más recientes de Ashoka o de Krishna. En vano tratan de evaluar el presente en términos del pasado; cierran los ojos ante el presente desalentador para soñar con el pasado. No obstante, si los niños fueran conducidos hacia la senda correcta y fueran guiados por el camino que ustedes recorren ahora, podrá establecerse en esta tierra, nuevamente, el reinado de Rama.

Cada niño de este país tiene cuatro deudas que pagar: la reverencia ala madre, el respeto al padre, la obediencia al maestro y la adoración a Dios. Además de ello, cada niño deberá aprender a vivir en paz y amor con otros niños y otras familias. La idea de que uno puede vivir para sí mismo y que no hace falta preocuparse por las necesidades o debilidades de otros es algo que debe eliminarse muy pronto en la vida, y es una tarea para los gurús de Bal Vikas. Animen al niño para que cultive el placer del estar juntos, del sentido de comunidad. El gozará con ello y ustedes estarán sembrando las semillas de la paz social. Estas semillas crecerán para dar la cosecha de paz y dicha universal.

La vida es como un viaje en tren. Ustedes, los niños, tienen un largo recorrido por delante, pero los mayores tendrán que bajarse del tren muy pronto. Tienen que aprender a viajar confortables y felices. No lleven consigo un equipaje pesado e innecesario; eso hará que el viaje resulte ingrato. No se dediquen a encontrar faltas en los demás ni a provocar conflictos. No deseen tener las mejores cosas sólo para ustedes mismos; compartan las cosas buenas que reciban con quienes los rodean. Ira, odio, envidia, celos, son el pesado equipaje que les pido eviten llevar consigo durante el viaje.

Debo darles algunos consejos a los mayores, los padres que se encuentran aquí en gran número. No siembren malos ejemplos para que estos niños los sigan. Si son veraces y rectos, si mantienen la calma frente a las provocaciones y se muestran llenos de amor en todos sus tratos con los demás, también estos niños crecerán con verdad, rectitud, paz y amor. Si estando en casa reciben un llamado telefónico y le dicen al hijo que conteste que el padre no está, sembrarán una semilla ponzoñosa que terminará por convertirse en un inmenso árbol. Permítanme que les cuente una historia que ilustrará el peligro que envuelve este insignificante comienzo. Una madre acostumbraba llevar a su hijo cargado sobre su hombro cuando iba al mercado. Una vez pasó junto a ellos una mujer con una canasta llena de frutas y el niño sacó un plátano y empezó a comérselo. Al darse cuenta de esto, la madre investigó de dónde había sacado su hijo aquella fruta, y cuando se le dijo que la había alzado de la canasta de una mujer que había pasado junto a ellos, ella felicitó al niño por su astucia e inteligencia. Esto hizo que el niño, al ir creciendo, fuera cometiendo pequeños hurtos, hasta llegar a convertirse en un verdadero ladrón y asaltante. Durante una de sus correrías inclusive cometió un crimen, y cuando fue atrapado y encarcelado, expresó el deseo de ver a su madre antes de ser ajusticiado. La madre, gimiendo y llorando desesperada, fue llevada ante el muchacho, cuya suerte lamentaba. Él le pidió que se acercara, y cuando la tuvo cerca, intentó estrangularla, pero los guardias se lo impidieron. Al pedirle el juez una explicación de su conducta, el joven delincuente le dijo: «Ella es quien merece la horca; fue ella la que me llevó a la ruina. Si me hubiera regañado la primera vez, cuando robé un plátano, siendo un niño de dos años, en vez de felicitarme, yo no habría caído en este mal camino».

Los padres, al hablar falsedades, al calumniar a otros, al jugar o beber, al comportarse de manera violenta, al herir a otros, al aficionarse a las diversiones nocturnas, a las películas y a las reuniones donde se bebe licor, discutiendo en casa después de llegar pasada la medianoche, dan malos ejemplos. ¿Cómo podrían los niños que se acostumbran a estas bajezas llegar a ser frescas, luminosas y fragantes flores en el eterno jardín de la India?

Muchos de estos padres no les permiten a sus hijos ir a las clases de Bal Vikas ni participar en bha%ans y reuniones con gente piadosa. Si los niños les piden permiso para hacerlo, les gritan y los tildan de «locos». Opinan que la religión y Dios no son sino para la gente ociosa o senil y que ese camino los llevará a ser renunciantes, lo cual constituye una calamidad que hay que evitar. Con esa actitud, invierten los verdaderos valores de la vida. Los padres deben corregirse a sí mismos antes de tratar de corregir a sus hijos.

¡Niños!: Aprendan lo mejor de la enseñanza de todos los credos y llévenla a la práctica, canten el Nombre de Dios con todo su ser, absorban las nobles cualidades que esos nombres representan, purifíquense y purifiquen al mundo. Ésta es mi bendición.

Dharmakshetra

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