Discursos dados por Sai Baba
{SB 08} (44 de 45 discursos 1968)
41. 02/10/68 Llenos de colmillos
( Impreso en castellano en Mensajes de Sathya Sai, Tomo 06 cap. 64 ) Llenos de colmillos 2 de Octubre de 1968 Prashanti Nilayam DURANTE ESTOS DIEZ días han estado recibiendo alimento espiritual altamente nutritivo que los ha llenado de fuerza y vigor. Por lo tanto, voy a hablarles de los medios por los cuales esta fuerza y vigor deben ser utilizados para los más altos propósitos de la vida. Si conocen el cómo, el esfuerzo será más efectivo, dejarán de ir vagando de un lado a otro y la vida se volverá valiosa. Cuando la reina Kaikeyi persuadió a su esposo de que accediera a sus ruegos de coronar rey a su hijo, Bharata, y de enviar a Rama, príncipe heredero, al exilio durante catorce años, Lakshmana, otro hermano de Rama y de Bharata, no lo aceptó mansamente; él arguyó que el hombre debe enfrentarse a cada pequeña crisis con valor y confianza en sí mismo y no ceder cobardemente a las maquinaciones de la intriga, alardeó de que su flecha podía impedir cualquier crisis. Pero la flecha es un arma inferior, hasta despreciable al compararla con la eficacia del amor. Rama lo escuchó fríamente y le aconsejó que desistiera de esa acción precipitada; le dijo: «El dharma (la rectitud) debe guiar el karma (la acción)». Sólo entonces merece alabanza y tener éxito. Kausalya, la madre de Rama, se consoló ante el repentino giro de los acontecimientos y cuando su hijo se fue como ermitaño a la jungla, lo bendijo con estas palabras: «¡Que el dharma que representas te cuide!» Ese dharma es expresado como amor, amor por el hombre, por el subhombre, el superhombre, el animal, el pájaro y la bestia. La palmera se desarrolla mejor en la orilla del mar, el árbol del Principio Supremo crece mejor en el suelo del amor. La región del corazón debe ser transformada en una región de compasión. La característica innata del hombre es el amor; su naturaleza, su aliento, es el amor. La niebla del deseo nubla su amor y lo distorsiona. Como el perro que tomó su imagen en el agua por otro perro y empezó a ladrar para que se fuera, el hombre también ladra a su propia imagen, sus semejantes, que son imágenes de Dios tanto como lo es él. Separar la imagen de uno mismo es la base de la ignorancia. Fijen su atención en la identidad, no en la diferencia. Ese es el camino hacia la paz. Investiguen la verdad hasta donde los pueda llevar su intelecto y se encontrarán con el principio del amor. Janaka le preguntó a Yajnavalkya acerca de la base de toda actividad y éste contestó: «Es la luz». Cuando el sol se pone, la luna derrama su luz; cuando no hay sol ni luna, el oído es el guía; detrás del oído está la mente, detrás de la mente está el Alma, que es la chispa del Supremo. La ofrenda final en el fuego sacrificial que ustedes vieron es llamada Purnahuti, o la ofrenda plena, total. Cuando las llamas se elevan alto, la oscuridad es totalmente destruida. Entreguen todo lo que tienen, todo lo que hasta ahora han creído valioso, en el fuego sacrificial; vean cómo queda reducido a cenizas delante de sus propios ojos; miren sin un estremecimiento, como Janaka miró arder a la ciudad de Mitila. Es un llamado para que dediquen al propósito divino todo lo que ahora consideran valioso y deseable. El yajna es un sacrificio simbólico tanto de riquezas terrenales como de aspiraciones celestiales. Es la actividad más preciada, esta dedicación y entrega. La gente. ve sólo el ritual externo, no el significado interno; así, se concentra en la pompa externa y exagera el aspecto exhibicionista por medio de un espectáculo competitivo. El yajna es una ocasión para fijar la mente en el mantra, la fórmula o símbolo sonoro que salva cuando se medita sobre él. El poeta es llamado mantra drashta, o sea «El que ve los mantras por medio de su visión mística», «El descubridor de la clave secreta para la paz interna». El efecto de la pronunciación y glorificación de estos símbolos sonoros del Absoluto Eterno es sentido por todo el mundo; de ese modo produce bienestar, paz y prosperidad en todo el mundo. Los buenos pensamientos tienen el poder de purificar y limpiar, de alimentar las raíces de la virtud y del amor. Para juzgar las cosas dedicadas a Dios, sólo Dios es competente. Me gustan los yajnas; yo ordeno que se lleven a cabo, y ustedes no tienen ninguna autoridad para juzgar porque no poseen el conocimiento, no tienen ningún dominio de la ciencia de los yajnas y los mantras. Todo es Brahman; los mantras del yajna lo describen de varias maneras; declaran que toda la creación es Brahman, que no es algo diferente y distinto. Deben reverenciar a la naturaleza como Dios; todo esto, o sea la naturaleza, es Brahman, está imbuido de Brahman, es el Brahman inmanente (Sarvam Brahmamayam). Es para curar la visión que adultera a la naturaleza considerándola como «no Brahman» que se ordena hacer los yajnas. Deben verter en el fuego la visión limitada y ganarse a cambio una visión más amplia. El yajna es un ejercicio espiritual de sacrificio y entrega. Transmutar a la humanidad en divinidad es la tarea que se le ha asignado al hombre; el pensamiento, la palabra y la acción son los instrumentos para alcanzar este inevitable destino. Esto ha de lograrse con una práctica incansable. El sacerdote tiene que tañer la campana con la mano izquierda y ondear la llama de alcanfor con la mano derecha, un ejercicio de coordinación manual, la cual viene sólo como resultado de la práctica. Un sacerdote nuevo ondeará con ambas manos o querrá tañer el plato con el alcanfor. Vemana dijo que mientras la serpiente tiene veneno en sus colmillos y el escorpión en su cola, el hombre es capaz de derramar veneno por medio de su lengua, ojos, manos y mente. Tiene que superar esta tendencia adquirida y recordar que él es el hijo de la inmortalidad, quien regala dulce néctar, no veneno mortal. Por medio de su disciplina espiritual (sadhana) pueden lograr esta consumación. Crean que son la imperecedera y pura Alma, entonces ninguna ganancia o pérdida podrá afectarlos, ¡ninguna humillación o desesperanza podrá atormentarlos! Sólo hombres con bases débiles pueden temerlas; el hombre fuerte las desecha sin lamentarse. Cuando los sentidos son dominantes, la ecuanimidad es un sueño; sean su amo y podrán ser ustedes mismos, imperturbables y libres. Prashanti Nilayam 2 X 68 |