Discursos dados por Sai Baba
{SB 05} (58 discursos 1965)
57. 24/11/65 El llamado y la respuesta
( Impreso en castellano en Mensajes de Sathya Sai, Tomo 05 cap. 28 )
El llamado y la respuesta
24 de Noviembre de 1965
Prashanti Nilayam
Festival del Cumpleaños
Un aspirante a la realización espiritual se fue a la jungla, y, atravesando penosamente la espesa vegetación de aquella re gión infestada de peligros, escuchó el amenazador rugido de un león: inmediatamente se trepó a un árbol de baniano tratando de escapar de la fiera, pero el león lo descubrió entre las ramas y se puso a dar vueltas alrededor del árbol. Estando arriba del árbol, el hombre fue atacado también por un oso y tuvo que colgarse de dos raíces que bajaban por las ramas del árbol, asiéndose a cada una con cada una de sus manos, pero justo entonces se dio cuenta de que dos ratas, una blanca y otra negra, roían la base de las raíces, poniendo en peligro su vida a cada mordisco. En esa angustiosa situación, un panal que se hallaba en las ramas altas empezó a gotear exacta mente en la dirección en que el desafortunado aspirante se hallaba, y éste sacó su lengua tratando de saborear una gota de deliciosa miel, pero no pudo alcanzar ninguna. Lleno de desesperación y terror, llamó a su gurú: «¡Oh Guruji, ven y sálvame!». El gurú, que pasaba cerca de allí, escuchó su clamor y se apresuró a rescatarlo.
Llevaba un arco, y pudo matar al león y al oso, e hizo huir a las ratas y salvó al discípulo del miedo a la muerte. Después lo llevó a su ashram y le enseñó el sendero de la liberación.
Ésta es la historia de todos ustedes. Este mundo es la jungla que intentan atravesar; el león es el miedo que los obliga a subirse al árbol de samsara (actividades mundanas); la ansiedad es el oso que los aterroriza y los sigue a cada paso que dan en el samsara, haciendo que se aferren a sus acciones y apegos colgando de las dos raíces que forman la esperanza y el desaliento. Las dos ratas son el día y la noche que van acabando poco a poco con el tiempo de vida que tienen asignado. Mientras están en tal situación, luchan por alcanzar un poco de alegría saboreando las gotas del egoísmo y el sentimiento de posesión. Cuando finalmente se dan cuenta de que esta “miel” está fuera de su alcance, renuncian gritando de agonía en busca de un gurú. El gurú aparece, ya sea desde su interior o como alguien ajeno a ustedes, y los salva del miedo y la ansiedad.
Si llaman con toda sinceridad, la respuesta vendrá con toda seguridad.
Abandonen todos los deseos bajos y llamen desde un corazón angustiado. No recen de labios para afuera, como hacen ahora, en un salón de oración que no es sino un rincón de la cocina.
Adoran al Señor con un ojo en los platos que se están cocinando en el horno, con una nariz que inhala con apetito los olores de los guisos hirviendo. Sus pensamientos de Dios están viciados por el apego a los objetos sensorios. Hay una amplia brecha entre lo que dicen y lo que hacen, lo que son capaces de hacer y lo que real mente logran. Han oído de Uttarakumara, quien de hecho era un cobarde pero alardeaba de que podía vencer las fuerzas enemigas en un momento. Podía discurrir durante horas sobre la teoría de las batallas, pero en la práctica no tenía ninguna idea de ello.
El motivo interno que incita a la acción: eso es lo que el Señor toma en cuenta. Abdulá estaba durmiendo en un rincón de una mezquita en La Meca cuando fue despertado por dos ángeles que conversaban sobre su cabeza. Estaban preparando una lista de los bienaventurados, y uno de ellos decía que un tal Mahbub, de la ciudad de Sikandar, merecía ser puesto en el primer sitio, aun cuando no hubiera hecho peregrinaciones a la Ciudad Santa. Ab dulá fue a Sikandar y encontró que Mahbub era un zapatero remen dón, pobre y famélico; sus ingresos apenas alcanzaban para sos tener la carne en los huesos. A base de duros sacrificios había logrado, después de años, reunir algunas monedas. Un día gastó todo su tesoro para preparar una comida especial con la que pen saba deleitar a su esposa encinta. Yendo hacia su casa con aquella sorpresa escuchó el lamento de un mendigo que daba muestras de estar muriendo de hambre. Mahbub no podía haber actuado más que de esta manera: le dio al mendigo el recipiente que contenía el delicioso guiso y se sentó a su lado disfrutando al ver cómo brotaba la satisfacción en la cara demacrada del mendigo. Aquel acto le dio un sitio de honor entre los bienaventurados, un lugar que no pueden ganar los peregrinos que van a La Meca gastando millones de dinares en limosnas. El Señor toma en cuenta el sentimiento detrás del acto y no la ostentación.
Hace siglos había un pequeño templo de Srinath en el pueblo de Govardhana. Un pobre brahmín de aquel lugar tenía un solo hijo, un niño de seis años, que se regocijaba siempre con las historias de Krishna y únicamente se deleitaba con el relato de los juegos milagrosos del Señor. Un día, fue a las vegas adonde llevaban el ganado, y al ver el templo y la imagen de Krishna en el interior, sintió que era el Señor mismo, y llamó a Krishna lastimeramente, pidiéndole que saliera y jugara con él a la luz de la luna. Aunque el sacerdote cerró las puertas al atardecer, el Señor salió y, tomados de la mano, los dos caminaron por los campos bajo la plateada y fresca luz.
Krishna llevaba su flauta y, sentándose sobre un peñas co, empezó a tocarla para el deleite del niño brahmín. Después de unas horas, volvió junto con su amigo, a quien llamaba “hermano”, y sin que éste lo notara desapareció dentro del templo, volviendo a su sitio en el altar, donde podía ser visto desde afuera a través de una grieta en la puerta. El niño no podía soportar el dolor de se pararse de su divino compañero de juegos y pasó la noche llo rando junto a las puertas del templo, donde lo encontraron sus padres y el sacerdote a la mañana siguiente. Los padres golpearon al pequeño por haberles causado una gran aflicción, pero el sacer dote encontró que la estatua sangraba como consecuencia de los golpes.
Si ustedes lo llaman como a un pequeño amigo, él responderá y te volverá un travieso compañero de juegos. Llámenlo como a un gurú: él los inspirará e instruirá. Él nunca abandona a quienes lo llaman con sincera fe.
Prashanti Nilayam, Festival del Cumpleaños, 24-XI-65