Ratnakara, el asaltante, atacaba a los viajeros y peregrinos para robar sus pertenencias. Cuando algunos sabios a quienes había atacado reaccionaron con amoroso cariño, advirtiéndole y revelándole el camino sagrado de la devoción y la consagración, él abandonó su cruel profesión y se sometió a severos ejercicios espirituales que lo transformaron en el gran poeta y santo Valmiki. También tenemos el ejemplo del salteador de caminos que coleccionaba los dedos de aquellos a quienes robaba, para llevarlos colgados al cuello como una guirnalda. Estaba tan orgulloso de sus horribles logros que se hacía llamar Angulimala. Sin embargo, cuando se encontró con el Buda y escuchó su compasivo consejo, su mente fue limpiada y él se convirtió en fiel seguidor del Buda. El hombre puede ser educado o nutrido para llegar a niveles superiores de consciencia. Las Escrituras ofrecen los medios de purificar la mente. Los demás seres vivientes no reciben esta ayuda ni aliento; tienen que avanzar penosamente, como siempre lo hicieron. Por esta razón la vida como ser humano es un obsequio único. Sathya Sai (Discurso, 31 de agosto de 1983)