Ustedes le atribuyen importancia a la cantidad, pero el Señor considera solamente la calidad. Él no calcula cuántas porciones de «arroz duce» ofrecieron, sino cuántas palabras dulces pronunciaron, y cuánta dulzura agregaron a sus pensamientos. Ofrezcan a Dios la hoja perfumada de la devoción y las flores de sus emociones e impulsos, libres de las plagas de la lujuria, el odio, etc. Den al Señor los frutos cultivados en el huerto de su mente, agrios o dulces, jugosos o secos, amargos o azucarados. Una vez que decidan que el huerto en su mente es de Dios, todos los frutos serán dulces. Su actitud de entrega volverá todos los frutos aceptables para el Señor; ¿cómo podrían entonces ser amargos? Y para regar, ¿qué puede ser más preciado y puro que sus propias lágrimas? Eso sí, derrámenlas no de aflicción sino de éxtasis ante la oportunidad de servir al Señor y de caminar por la senda que los lleva hacia Él. Todos quienes aspiran a ser devotos deben evitar el apego y la aversión. Sathya Sai. (Discurso del 8 de febrero de 1963).