Es la mente lo que hace a una persona o la arruina. Si está inmersa en cosas del mundo, conduce a la esclavitud; si trata al mundo solo como algo temporal, con el desapego se hace libre y ligera. Enseñen a la mente a no sentirse apegada a cosas que cambian para bien o para mal. No sostengan ante ella los oropeles de la fama mundana ni de las riquezas; atráiganla hacia alegrías duraderas, derivadas de las fuentes que hay dentro de ustedes mismos. Esto trae grandes recompensas. Entonces, la mente misma se convierte en el gurú, porque los conduce siempre hacia delante, una vez que ha saboreado las dulzuras de escuchar, recapitular y meditar, de modo repetido y estable. Es la mente la que llena la imagen hecha por el alfarero con la Divinidad que el devoto ve en ella; es la mente la que llena el cuarto de oración con la fragancia de la santidad. (Discurso, 24 de marzo de 1958)
