Solo por ignorancia se agrandan las cabezas; si se conociera la Verdad, todos los hombres se harían tan humildes como Barthrihari. Él fue un gran emperador, que gobernaba de un mar al otro; sus decretos eran incuestionables, y su voluntad prevalecía sobre vastas multitudes de hombres. Sin embargo, cuando tomó consciencia, en un destello, de que la vida no es más que una breve estadía aquí abajo, renunció a su riqueza y a su poder, adoptando la túnica ocre del monje errante. Los príncipes de sus países vasallos derramaron genuinas lágrimas, porque lo amaban y adoraban. Lamentaban que hubiera vestido la andrajosa túnica del pobre penitente, para vivir de limosnas. «¡Qué preciosa posesión has desechado, qué triste negocio has hecho!», se quejaban. Barthrihari replicaba: «Amigos, hice un negocio muy provechoso. Esta túnica es tan preciosa que ni siquiera mi imperio es un pobre pago a cambio de ella». Así se mide la grandeza del camino espiritual que conduce a Dios. Sathya Sai (Discurso, 26 de junio de 1969)