Reduzcan sus necesidades al mínimo; no cedan a la tentación de llevar una radio y escuchar todas las cosas enervantes. Examinen su habitación, su mesa, su guardarropa, sus cajas y descubran cuántas cosas superfluas han acumulado. ¡Las han adquirido porque vieron que alguien las tenía y sintieron que a menos que ustedes también las poseyeran, se sentirían menos en su compañía! Un insensato deseo de ser estimados por estar actualizados y mantenerse al día con la moda, hizo que adquirieran hábitos y objetos innecesarios. El hombre puede ser feliz con mucho menos equipamiento del que ustedes piensan que es esencial. ¡Cuando alguna cosa permanece con ustedes por un tiempo, sienten que es indispensable y no saben cómo vivir sin ella! Al igual que el gusano de seda, tejen un capullo para ustedes mismos, producto de su fantasía. No permitan que los hábitos costosos crezcan, costosos tanto desde el punto de vista monetario como del espiritual. Observen sus gustos y disgustos con un ojo vigilante y desechen cualquier cosa que amenace con entorpecer su camino. (Discurso del 24 de febrero de 1965)
