Ya sea que la gente a quien sirvan les agradezca o los difame, deben hacer con gusto la tarea que se les ha asignado. Ya que, recuerden, ustedes se están sirviendo a sí mismos, no a ellos. Ramos de flores o ladrillos, recíbanlos con la misma calma. Solo aquellos que se identifican con el cuerpo se vanaglorian o se sienten dolidos; deben sentir que son el “dehi”, no el “deha” (el yo que habita el cuerpo, no el cuerpo), eso les dará la fuerza para servir mejor. Mientras hacen su trabajo, no discutan que este pedazo particular es su jurisdicción y que ese otro no lo es; no sean rigurosos con las fronteras y los límites. Apóyense mutuamente, compleméntense mutuamente en alegre cooperación y fortalézcanse mutuamente. Actúen como un satsanga ideal (reunión espiritual) infundiéndose mutuamente energía y entusiasmo. Eso no significa que deban llevar una carga mayor a la que se les ha asignado. No interfieran violentamente con lo que otras personas están haciendo ni critiquen a los demás hoscamente. (Discurso del 24 de febrero de 1965)
