Había una vez un emperador que preguntaba a los sabios que visitaban su palacio: «¿Cuál es el mejor entre los hombres? ¿Qué momento del tiempo es el más bendito? ¿Qué acción es la más beneficiosa?». Durante mucho tiempo no logró una respuesta satisfactoria. Finalmente, su reino fue invadido y él tuvo que huir a la jungla. Ahí cayó en manos de una tribu primitiva, que lo seleccionó como víctima para su diosa. En esta precaria situación, fue avistado por un ascético, que lo rescató y lo llevó a su tranquilo monasterio, donde él y sus estudiantes lo atendieron amorosamente, restableciendo su salud y su felicidad. Entonces, descubrió las respuestas a sus preguntas. El mejor entre los hombres es el que tiene compasión; el tiempo más bendito es el «presente», este mismo segundo; y la mejor acción es aliviar el dolor y la pena. Ustedes deciden comenzar Namasmarana (la rememoración del nombre divino) «el próximo jueves», como si la muerte les hubiera asegurado por escrito que no los llamará hasta esa fecha. No pospongan lo que pueden hacer hoy, en este mismo momento. (Discurso, 7 de septiembre de 1966)