Los Vedas han declarado: “Venera a la madre como a Dios, al padre como a Dios y al preceptor como a Dios”. En la existencia diaria ellos son dioses, para los fines mundanos. Porque el cuerpo humano, la madre, el padre y el preceptor tienen que considerarse divinos; pero, para la búsqueda de la vida, la Suprema Divinidad es el único Dios. Hay otro dicho sánscrito que aclama a Dios como madre, padre, pariente, amigo, riqueza, conocimiento y, de hecho, el Supremo Señor de todo. Esto significa que para la vida espiritual, Dios lo es todo. La madre y el padre son residentes del hogar. El preceptor reside en su ashram. Pero Dios es el morador del corazón. Solo Dios puede residir en el corazón. Es cierto que la madre, el padre y el preceptor son divinos, pero no tienen derecho a residir en el corazón. Tienen que ser venerados y honrados, y ustedes deben hacerlos felices. Solo Dios merece ser adorado. Dios está más cerca del hombre que su madre, y aun más cercano que el padre. Abandonar a tal Dios es un pecado abominable. Esta es la verdad proclamada por Sai. (Discurso, 6 de mayo de 1998)