El destino de una nación o comunidad depende de la fibra moral de su gente. Su carácter debe estar profundamente arraigado en la fe y en la verdad. Hoy, en un mundo dividido en unidades raciales y religiosas, hay una gran necesidad de cultivar una visión amplia y actitudes de gran corazón. Las lealtades estrechas causan fricciones y conflictos. Jesús enfatizó la importancia de la fe y el peligro causado por la hipocresía. Las enseñanzas de Cristo deben ser interpretadas, comprendidas y seguidas desde el punto de vista universal. La verdad debe ser revelada como unidad en el pensamiento, la palabra y la acción. Jesucristo proclamó que Dios es todopoderoso y omnipresente, uno sin segundo. Este es el mensaje principal de Jesús. Su entendimiento de Dios creció dentro de él en etapas. Primero se vio a sí mismo como un Mensajero de Dios. Más tarde, desarrollando una relación más estrecha con Dios, se anunció a sí mismo como el Hijo de Dios. Finalmente, al darse cuenta de su identidad con Dios, afirmó: «Yo y mi Padre somos uno». Discurso de 25 de diciembre de 1986.